Porque están ahí (3) ‘Touching the void’, de Kevin McDonald

En 1985 dos jóvenes montañeros británicos, Joe Simpson y Simon Yates, se encontraban escalando una montaña remota en los Andes, concretamente la cima del Siula Grande, un pico peruano de 21.000 pies de altura cuando, cerca de la cumbre, uno de ellos se rompió una pierna. Lo que ocurrió después ya forma parte de las leyendas del alpinismo y confirmó una vez más que la realidad supera casi siempre a la ficción. En 2003 el realizador británico Kevin McDonald dirigió un aclamadísimo documental que explora los límites de la resistencia y determinación humanas y el instinto de supervivencia en condiciones extremas, recreando su tormentosa aventura en aquel lugar remoto de la geografía andina. 

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Tocando el cielo


El espectador que antes de ver “Touching the void” crea que esta película trata sobre montañismo se equivocará completamente. El film inglés gira en torno a la voluntad, la lucha por la supervivencia, el acompañamiento infinito de la muerte, el esfuerzo absoluto por encima de lo posible, la vida y la muerte si queremos ser petulantes. 

Esta película documental estrenada en el año 2003, fue dirigida por el afamado y experimentado documentalista Kevin Macdonald, creador de “One day in September” o “My Enemy´s Enemy”. “Tocando el cielo” resulta ser uno de los mejores documentales de esta década, ya marcada por el fuerte desarrollo de la creatividad documental, junto con su llegada masiva a la gran pantalla y, por tanto, la aparición de los beneficios económicos.

65 años después de que Leni Riefensthal dirigiera su “Triumph des Willens”, aparece de la nada, hecho cine, el verdadero triunfo de la voluntad de la mano de dos escaladores británicos, Joe Simpson y Simon Yates, que, a mediados de los 80, lucharon contra su ambición y contra el destino cuando subían en Perú, para después bajar, el pico casi vertical de 7.000 metros “Siula Grande”.

Documentales sobre accidentes montañeros se han hecho muchos desde hace décadas en la pequeña y en la gran pantalla, pero casi nunca se han presentado junto a una dramatización tan cuidada y precisa, como la que hay en el caso de “Touching the void”. En este film destaca la fotografía de Mike Eley y la creíble representación de los actores en todos los momentos claves, mientras las voces en off de los implicados repasan con supuesta honestidad sus vivencias en la montaña.

Estremece especialmente el relato de Simon Yates, porque en la realidad se vio con un pie en la tumba, sino con los dos. Por esta razón que se representa sin morbo, impresionan los detalles con los que narra la autosugestión a la que tuvo que someterse, para no dejarse desfallecer durante los momentos más críticos. En el rostro y en el relato de Joe Simpson vemos recorrer la ambivalencia de quien salva la vida pero deja a su compañero bajo la suerte de la montaña. El espectador le perdona y le comprende, sentimos empatía con él por la humanidad de su historia.

Porque están ahí (2) Muerte de un alpinista

Cuando publicamos nuestro primer post sobre las montañas y la atracción por conquistarlas, a veces fatal, que ejercen sobre algunas personas hablábamos del documental «Pura vida» que narraba el intento de rescate del alpinista Iñaki Ocho de Olza en el Annapurna. En estos días hemos podido conocer la muerte del alpinista catalán Juanjo Garra (un hombre conciliador y tranquilo, como le define Sebastián Álvaro) atrapado en el Dhaulagiri tras sufrir una rotura de tobillo poco después de hollar la cima. A pesar de resistir, con los cuidados de su compañero sherpa, tres días sin abrigo ni alimentos los grandes esfuerzos de sus amigos y compañeros por rescatarle han sido vanos. Su cuerpo descansará para siempre muy cerca de la cima de la montaña que intentó domeñar. 


Fractura mortal a 8.000 metros


Óscar Gogorza El País – Bilbao 27 mayo 2013

“Estoy todo lo bien que puedo estar dadas las circunstancias”, aseguraba, el pasado 23 de mayo, el alpinista catalán Juanjo Garra (49 años; director técnico de la Federación de Entidades Excursionistas de Cataluña). A través de la emisora, su voz debió de sonar serena. Pero al hacer un repaso objetivo de sus circunstancias, alguien con la experiencia en altitudes extremas como Garra debió de convenir que con un tobillo fracturado y a 8.000 metros de altura, justo por debajo de la cima del Dhaulagiri (8.167 m) que acababa de hollar, solo un milagro de resistencia y solidaridad podría extraerlo de su pesadilla. Finalmente, se dieron ambas cosas: sin poder caminar, el catalán soportó sin abrigo ni alimentos tres días con sus noches a una altitud que devora los organismos. Aguantó lo justo para ver llegar a un equipo de sherpas que le enchufaron oxígeno artificial, le hidrataron, alimentaron y arroparon. Aunque no pudieron moverlo de donde se hallaba. Hubo resistencia sobrehumana y un nuevo ejemplo de solidaridad. Pero Garra falleció ayer muy cerca de la cima. Fue su noveno y último ochomil coronado, después del Broad Peak (con el que se estrenó en 1991), Everest, Kangchenjunga, Lhotse, Cho Oyu, Manaslu, Gasherbrum II y Shisha Pangma.

De las circunstancias terribles mencionadas por Garra, solo la presencia de Kheshap Sherpa iluminaba en ese momento un decorado oscuro. Si Iñaki Ochoa tuvo en el rumano Horia Colibasanu una sombra que se negó a abandonarle, Garra ha conocido la misma suerte en la figura de un sherpa llamado Kheshap, el mismo que tropezó durante el descenso y provocó la fractura de tobillo del catalán. Así, unidos por una cruel fatalidad, los dos han pasado casi cuatro jornadas peleando por huir de una montaña que habían hollado con solvencia y a que ahora les retenía, encadenados sus destinos por un percance de apariencia menor pero insuperable en dichas cotas. Tras pasar la primera noche a la intemperie, la pareja se puso en marcha al día siguiente, buscando desesperadamente perder altura, acercarse a la supervivencia. Llegaron a descender 100 metros de desnivel y ya no pudieron pasar de los 7.900 metros.

Mientras, la alarma sonó incluso en el campo base del Everest, donde Jorge Egocheaga, Alex Txikón, Damián Benegasy Ferran Latorre se ofrecieron para participar en un rescate que contaba con la inestimable colaboración de Simone Moro y su helicóptero, apenas unos días después de batir el récord del rescate a más altura realizado desde el aire: recuperó a 7.800 metros a un alpinista canadiense en el Everest. Ese día, el piloto Maurizio Folini, a los mandos del aparato de Moro, abrió una puerta a la que se ha aferrado el equipo que pretendía rescatar a Garra. “Estuvimos muy cerca de conseguirlo. Hemos vivido días de angustia y estoy muy decepcionado por no haber podido rescatarle con vida”, señala Ferran Latorre en declaraciones a RAC1. “La situación era muy grave. Una rotura a esa altitud es mortal”, añade Manuel González, compañero de ascensión de Garra, cuyo cuerpo descansará en la misma montaña. “No vamos a poner en peligro la vida de nadie para recuperarlo. Es duro, pero es comprensible”, añade González.

El mal tiempo limitó la calidad de los vuelos del helicóptero: el alemán Dominick Moller junto a tres sherpas alcanzó a pie el campo 3, portando bombonas de oxígeno. Desde ese punto, dos de los sherpas lograron alcanzar el punto en el que se hallaban Garra y Kheshap. Este alcanzó por sus medios el campo 3. Si bien el helicóptero no pudo superar este punto, rescató en varias tandas al menos a ocho personas varadas en dicho campo: la víspera, el aparato encontró y rescató de forma casual a un alpinista indio que se encontraba perdido hacía dos días por encima de 7.400 metros y luego hizo lo propio con cinco miembros una expedición india, y dos sherpas de una alpinista japonesa desaparecida cerca de la cima. En uno de los vuelos, el helicóptero pudo depositar en el campo 3 a Egocheaga y Mingma Sherpa, quienes supieron del fallecimiento del catalán cuando caminaban a su encuentro.

Hubiera hecho falta un trabajo enorme para salvar la delicada travesía que conduce hasta el campo 3, o contar con el helicóptero para extraer al herido antes de afrontar la travesía en la que falleció el aragonés Pepe Garcés en 2001. En esta misma montaña fallecieron en 2007, sepultados por un alud, el también aragonés Santiago Sagasta y el navarro Ricardo Valencia.

La espera de Manolo González

En el mismo campo 3, a unos 7.500 metros de altitud, el andaluz Manolo González ‘Lolo’ ha vivido el reverso de una situación angustiosa. En 2011, ‘Lolo’ y su amigo Garra hollaron la cima del Lhotse. Durante el descenso, se perdieron de vista y el andaluz no alcanzó el último campo de altura. Garra le dio por fallecido y siguió su camino hasta el campo base, donde le aseguraron que ‘Lolo’ había sido localizado vivo a 8.000 metros, aparentemente con fracturas en las piernas que le impedían moverse. Los guías argentinos Damián Benegas y Matoco acudieron en su ayuda y le salvaron la vida. Ese día, Juanjo Garra se reprochó no haber tenido fuerzas suficientes para haber regresado sobre sus pasos a buscar a su amigo. Es más, hizo pública su autocrítica, gesto nada frecuente. En la frontera de los 8.000 metros, querer no siempre es poder.

En esta ocasión, ‘Lolo’ ha permanecido en el último campo de altura esperando a Garra, tratando de brindar ayuda, por esta vez en el lado ‘amable’ de una situación desesperada que nadie conoce como él. Todos los que han participado en el rescate se encuentran ya a salvo.

Porque están ahí (1) Pura vida

«la montaña quizá no sea más que un ingrato desierto de roca y hielo, sin otro valor que el que nosotros queramos otorgarle. Pero, sobre esta materia siempre virgen, por la fuerza creadora del espíritu cada uno puede a su gusto moldear la imagen del ideal que persigue». Lionel Terray

Comenzamos una serie de entradas sobre el montañismo, esa fiebre que posee a algunas personas (mayormente occidentales) por medirse con las grandes y pequeñas cumbres que pueblan el planeta, por enriscarse, por pasar penurias, dificultades e incluso arriesgar la vida de forma más o menos inconsciente por conquistar la cumbre que les seduce el espíritu. O tal vez simplemente sea por aquel lacónico porque están ahí que respondía George Mallory cuando les preguntaron por qué escalaba montañas. O porque hacerlo es sentir pura vida -o muerte-, como decía el montañista navarro Iñaki Ochoa de Olza, el protagonista in absentia del primer documental que publicamos sobre este mundo de humanos irreductibles y cumbres tentadoras y hostiles, en este caso la cara sur del mítico Annapurna. Es «Pura vida», de Migueltxo Molina y Pablo Iraburu, una historia de superación, amistad, solidaridad, vida, muerte y fracaso. Disfruten. 


Pura vida

Texto RTVE.es/Agencias 28.12.2012

La solidaridad y el compañerismo como valores que sustentan a las personas que viven la montaña como pasión y hacen de ella su «única nación» son los ejes sobre los que gira la película Pura vida, que narra el rescate de Iñaki Ochoa de Olza, que finalmente murió en el Annapurna el 23 de mayo de 2008.

Un largometraje documental de Migueltxo Molina y Pablo Iraburu, que se estrenó en el pasado Festival de Cine de San Sebastián (donde consiguió el Premio Serbitzu en el Zinemaldia) y que puede ser figurar entre los candidatos al Goya, en su categoría, el próximo día 8, cuando se conocerán las nominaciones. Y que cuenta con la participación de TVE.


Además, ha acumulado más de 20.000 espectadores en los cines, lo que le convierte en el documental más visto del año, el film se convirtió en la cuarta película más vista en la plataforma Filmin. E incluso fue una de las películas que Guardiola mostró a sus jugadores para motivarlos cuando era entrenador del F.C. Barcelona.

Una historia sobre la solidaridad

«Pura vida» es la expresión que Iñaki utilizaba para manifestar sus sentimientos cuando subía una montaña y es el espíritu que los impulsores de la película han querido resaltar, al huir del perfil lacrimógeno al que podría inducir una historia con final trágico. «No es sólo una película sobre la montaña, sino sobre la solidaridad, el compañerismo y la opción de vivir de forma intensa», ha afirmado Iraburu.

Rodada con imágenes de archivo y los testimonios de sus protagonistas, sin ninguna concesión a la ficción o a la reconstrucción de los hechos, Pura vida arranca con el material rodado por el propio Iñaki Ochoa de Olza, poco antes de sentirse mal en el Annapurna, en mayo de 2008, a más de 7.000 metros de altura. Su compañero de cordada Horia Colibasanu y Nancy Morin fueron algunos de los 14 alpinistas de todo el mundo que no dudaron en acudir al Himalaya para tratar de rescatar a su amigo, el rumano dio la voz de alarma con la que se puso en marcha la operación de rescate.

Testimonios

Los realizadores del documental -de las productoras Arena Comunicación y Txalap.art- comenzaron a viajar por Rumanía, Canadá, Rusia, Londres o Kazajistán en 2010 para recoger los testimonios de estas personas. «Hemos tratado de acercarnos a la faceta personal de estos deportistas intentando quitarles la coraza de héroe, que no les gusta», ha explicado Migueltxo Molina, quien ha afirmado que el filme rezuma del «espíritu de Iñaki «, una persona que era un «imán» y motivaba a la gente.

Según ha reconocido el hermano del alpinista, cuyo rescate no fue posible y quefalleció finalmente en la montaña, en los primeros contactos con los realizadores la familia puso como condición para realizar el proyecto que se tratase de «un reflejo fiel de lo que fue Iñaki, que contara la verdad estricta, que narrase de forma hermosa lo que ocurrió y que fuese de calidad».

Pura vida cumple «al cien por cien estos compromisos», ha afirmado Pablo Ochoa de Oza, y ha añadido que la familia ha rechazado varias ofertas para hacer una película para televisión de la historia de Iñaki .

La montaña, su única nación

Compañero en cuatro expediciones del alpinista fallecido, Alex Txikon se ha mostrado identificado con uno de los testimonios que recoge la cinta, en la que uno de los alpinistas que acudió al rescate afirma que nadie se preguntó por nacionalidades porque para ellos «su única nación es la montaña».

También Edurne Pasaban, que ha reconocido que se pasó llorando 60 de los 90 minutos de la película, ha afirmado que la cinta da respuesta a muchas preguntas que la gente ajena a la pasión del montañismo se formula sobre lo que les empuja a enfrentarse a estos retos.

Sin embargo, los realizadores han dejado claro que no se trata de un material «lacrimógeno», porque «lo lacrimógeno inmoviliza» y ellos quieren «animar a vivir». Los beneficios de la película se han destinado a la Fundación SOS Himalaya que Iñaki Ochoa de Oza creó para ayudar a sacar de la pobreza a los niños de esta región.

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