Vocabulario Fundamental. Justicia e Injusticia (11) ‘Give up tomorrow’: la historia de Paco Larrañaga

Habíamos oído hablar del caso del filipino-español Paco Larrañaga, estudiante de 19 años condenado a cadena perpetua primero y condena de muerte por crímen imposible, un doble asesinato ocurrido en junio de 1997 en la ciudad filipina de Cebú, cuando decenas de testigos, fotografías y otras evidencias le situaban haciendo exámenes en Manila, a cientos de kilómetros del lugar del crímen. Pero realmente ignorábamos qué había ocurrido con él y su causa en busca de justicia. ‘Ríndete mañana’ (Give up tomorrow, 2011) dirigido por Michael Collins y Marty Syjuco nos muestra los hechos relacionados con el asesinato y secuestro de las dos hermanas Chiong por el que Paco comenzaría una pesadilla que dura 17 años, cuando fue injustamente condenado de los crímenes junto a otros seis chicos. Las delirantes circunstancias por las que una acusación tan inverosímil (sin ninguna prueba salvo el testimonio de un oscuro testigo meses después de haberse producido los hechos) fue tenida en cuenta para el juicio y la posterior condena de los siete jóvenes y un oscuro entramado de personajes insanos, intereses y corrupciones son mostradas en esta estupenda producción estadounidense, que es bastante más que un grito de protesta ante la más flagrante injusticia. 

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Estupor y Temblores (20) ‘Los rubíes de los jemeres rojos’, de Oliver Weber

Documental francés del año 2011 que muestra como en la Camboya de hoy día los ex Khmers Rojos (responsables del genocidio que asoló el país desde 1975 a 1979 y que causó más de dos millones de muertes) siguen ostentando el poder y trafican con rubíes, madera y otros recursos naturales con total impunidad. Esta impunidad, la capacidad de intimidación y la ostentación del poder que los antiguos torturadores y asesinos han logrado perpetuar y disfrutar nos ha recordado a lo visto en la imprescindible ‘The act of killing’El periodista francés Oliver Weber intentará entrevistarse con ellos en un lugar donde sus preguntas no son bien recibidas. 

Vocabulario Fundamental. Planeta Tierra (16) Paisajes transformados, planeta manufacturado

Un travelling a lo largo de una interminable cadena de producción china donde trabajan 26000 personas que después formarán en el exterior de la fábrica con disciplina militar, donde su trabajo será juzgado en público. Así comienza ‘Manufactured Landscapes’, documental dirigido en 2006 por la canadiense Jennifer Baichwal que sigue al fotógrafo Edward Burtynsky mientras viaja por todo el mundo retratando los cambios en el paisaje natural que se producen como consecuencia del desarrollo industrial humano. Éste basa la mayoría de sus tomas en localizaciones en China, el nuevo gigante industrializador que ha ido sustituyendo en estas lides fabriles a los países occidentales. Para poder grabar allí, los productores de “Paisajes transformados” tuvieron cuidado de no criticar explícitamente las desarrollos industriales que retratan, aunque la película habla sobre los problemas que acarrea la industrialización y la globalización y muestra los impactos irreparables que todo ello tiene sobre el mundo natural. La contaminante industria del carbón, las masivas factorías de montaje, la construcción (y desmantelamiento, en Bangla Desh) de enormes buques mercantes, las inmensas heridas en el paisaje de la megaminería y las megapresas hidroeléctricas, las sobrecogedoras escalas y cicatrices del planeta industrializado.

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Estupor y Temblores (18) La imagen perdida del genocidio camboyano


«Además de una lección de historia es un ensayo sobre la capacidad del lenguaje cinematográfico para evocar la memoria personal desde la más radical, casi osada, propuesta estética. A un centímetro de la obra maestra.»
Jordi Batlle Caminal: Diario La Vanguardia

Desde hace años, busco una imagen: una fotografía tomada entre 1975 y 1979 en Camboya por los Jemeres Rojos. Una sola imagen no sirve como prueba de un genocidio, pero invita a la reflexión, permite reconstruir la historia. La he buscado en vano en los archivos y por todas partes. Ahora he llegado a la conclusión de que esa imagen debe faltar. Lo que ahora propongo no es una imagen, o la búsqueda de una imagen, sino más bien la imagen de una búsqueda: la búsqueda que permite el cine. Ciertas imágenes deben seguir faltando por siempre, y deben ser reemplazadas por otras: en este movimiento esta la vida, el combate, la pena y la belleza, la tristeza y los rostros perdidos, la comprensión de lo que fue, a veces la nobleza e incluso la valentía, pero nunca el olvido. 
Rithy Panh

Obviando los lugares comunes del documental de denuncia, el director camboyés Rithy Panh nos ofrece un acercamiento novedoso (como hizo Joshua Oppenheimer en ‘The Act Of Killing’ que ya publicamos en este bloga otro de los abundantes genocidios perpetrados en el sudeste asiático en la segunda mitad del siglo XX, en este caso el producido en Camboya entre los años 1975 y 1979, que causó entre dos y tres millones de muertos. 

La ideología psicópata de los khemer rouge de Pol Pot y sus terribles efectos contra su propia población (también de etnia khemer, por lo que se trataría, técnicamente, de un auto-genocidio de clase), es retratada por el director camboyano recurriendo a muñequitos y escenarios tallados en barro con los que representa la demencia maoísta khmer y que causan tanto horror y compasión como si fueran personas de carne y hueso. 

En esta coproducción francesa-camboyana del año 2013, Rithy Pan compone un emotivo y doliente relato en primera persona de su tenebrosa infancia durante aquellos años, mientras se aferraba a la vida en los campos de exterminio. Sus expresivos muñequitos de arcilla exorcizan los traumas y recuerdos de aquella época terrible, demostrando que el arte puede mirar a los ojos de la tragedia sin recurrir a imágenes truculentas y sensacionalismos para mostrar los más oscuros abismos de la naturaleza humana. Imprescindible. 

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La memoria encontrada

11 de Abril de 2014

Quien teme es que algo debe. No falla. Pura sabiduría popular, que por norma general sabe perfectamente de lo que habla. El que en determinados países (mirémonos al espejo, deprisa) el concepto »memoria histórica» haga que la gente presuntamente civilizada saque al animal que hay en su interior es, por supuesto, muy indicativo. Algunos de los más distinguidos miembros de la distinguidísima clase dirigente se rasgan las vestiduras, vociferan cual energúmenos, esgrimen argumentos del todo irracionales y, si el espectador se fija, se dará cuenta cómo el sudor (frío… glacial) empapa su frente. Porque en realidad no están enfadados porque una panda de insensatos se haya empeñado en remover la mierda, en abrir cicatrices y en vaya-usté-a-saber-qué otras maldades más; en realidad temen que sus deudas (que por costumbre son muchas y muy gordas) les pasen factura.

Queda claro, pues, que nadie está a salvo de su pasado (ya sea a nivel individual o colectivo), pero más obvio se hace todavía constatar que hay sitios en los que el maldito fantasma es mucho más terrorífico que en otros. Lo recordamos hace poco, por ejemplo, junto a Joshua Oppenheimer (y junto a buena parte de su equipo no-acreditado) en la imprescindible ‘The Act of Killing’: la impunidad, la glorificación desviada y el hecho de vendarse los ojos hacen que el monstruo (así como su amenaza) crezca exponencialmente. Aquello sucedió en Indonesia, país donde el horror ha pervivido gracias en parte a la infinidad de máscaras que ha aprendido a ponerse. Desgraciadamente, y como ya se ha dicho, no es ésa una excepción, sino un destacado miembro del museo de los horrores. Camboya, por muy poco que se sepa sobre su historia (especialmente sobre historia más reciente), ni falta hace decir que es otro de sus más ilustres integrantes.

‘La imagen perdida’ es el inmejorable título del último trabajo de Rithy Panh, director de cine camboyano con especial interés por el documental, y obviamente marcado por el espeluznante pasado del país en el que se crió, o mejor dicho, en el que tuvo que sobrevivir. La pregunta que da inicio a la aventura se expresa en pocas palabras, pero resulta a veces que el espacio más reducido encierra el contenido más concentrado; más denso. Al grano: Si una imagen vale más que mil palabras, ¿existe una imagen capaz de atestiguar todas las atrocidades sufridas por el pueblo camboyano? La respuesta está en el impasible muro de una imposibilidad inteligentemente aprovechada (como hacen siempre los mejores documentalistas), resultando así el -desesperante- proceso de búsqueda en el auténtico protagonista de la función. En esta ocasión, no importa tanto el »qué» sino el »cómo».

Mezclando de forma valiente el documental y el cine de animación más calculadamente rudimentario, el cineasta talla, a partir del barro que le vio crecer, una serie de figuras que, combinadas con un excelente trabajo de recopilación (pero sobre todo, de comprensión) de material de archivo, hacen que los millones de gritos que se oyeron entre 1975 y 1979 en los interminables arrozales de Camboya bajo la brutal dictadura de Pol Pot, se silencien en los altavoces de la sala… para que así puedan resonar con toda la fuerza de la Historia en nuestra cabeza. Más allá del aprovechamiento brillante de los documentos y del -sobresaliente- sentido narrativo, la arriesgada propuesta de Rithy Panh cautiva desde el primer al último fotograma por ser una lección maestra de Historia aplicada al cine.

No sólo es un contundente paseo por la macabra huella de los Jemeres Rojos (cuyo impacto en ningún caso se logra aquí con imágenes desagradables), sino que también es una lúcida y esperanzadora reflexión sobre cómo, hasta del terror, puede surgir la esperanza; sobre cómo el séptimo arte es también una de las más poderosas armas a la hora de conservar una memoria vitalmente necesaria, que ni los temores más culpables ni los gritos más estridentes de este planeta deberían ser capaces de acallar. No es por el gusto sádico de remover la mierda (que a día de hoy sigue habiéndola… y mucha), mucho menos por ver qué pasa cuando se abren las heridas mal cicatrizadas, es por la firme voluntad de que lo más sagrado (fruto quizás del mismísimo infierno, de acuerdo) no muera por obra y gracia de un olvido demasiado a menudo impuesto. Una imagen perdida a cambio de una memoria (re)encontrada. El trato no podía ser más atractivo.

Los enigmas de China (7) Trabajar hasta morir en China

Unos 1.600 chinos mueren cada día por trabajar demasiado

El Estado chino considera que son héroes a aquellos que trabajan hasta su último suspiro, como los antiguos mártires comunistas


Barcelona (Redacción).- Trabajar hasta morir. Alrededor de 1.600 chinos fallecen cada día por trabajar demasiado. Esta es la cifra hecha pública esta semana por la Radio Internacional de China, emisora controlada por el Estado, de la que se ha hecho eco Bloomberg Businessweek. Según China Young Daily, son 600.000 personas al año (unas 1.650) las que pasan a mejor vida debido a un esfuerzo desmesurado en su desarrollo profesional.

En la red social Sina Weibo, el Twitter chino, las quejas e historias acerca del estrés al que están sometidos diariamente en diferentes lugares de trabajo en China algunos de sus usuarios son constantes, informa Bloomberg, que cita las muertes de un empleado de 24 años de Ogilvy Public Relations Worldwide, la de un auditor de 25 años de PricewaterhouseCoopers o la de un diseñador de aviones de combate.

El Estado chino, sin embargo, considera a aquellos que trabajan hasta su último suspiro héroes, como lo fueron mártires comunistas en el pasado. Un ejemplo es Lei Feng, soldado del Ejército Popular de Liberación chino, que ha sido agasajado en diferentes campañas de propaganda desde 1960 por su dedicación desinteresada al partido. El caso que ha desatado esta nueva polémica ha sido la muerte del regulador bancario chino, Li Jianhua, que literalmente trabajó hasta morir. Tras 26 años de «poner siempre la causa del Partido (Comunista) y del pueblo» en primer lugar, el funcionario falleció a los 48 años de un ataque al corazón por tratar de terminar un informe antes de que saliera el sol.

«Aprended del camarada Li Jianhua, hay que ser como él, siempre firme en los ideales y creencias, trabajando por el interés común, leal a la causa del partido y del pueblo, y luchando sin tregua hasta sacrificarlo todo», se lee en un comunicado de la organización que empleaba a Li y que fue emitido el 10 de junio.

Campanadas de la Historia (39) El hombre del tanque / 25 años de la matanza de Tian’anmen


«Pedíamos una mayor liberalización, política y económica, y equidad, aunque era más en la forma de lucha contra la corrupción. Sabemos que hay un llamado milagro económico chino, a pesar del grave retroceso en política, derechos humanos y libertades civiles, y la existencia de un desarrollo muy desequilibrado. El Gobierno puede habar matado al mensajero, pero recibió el mensaje para continuar, a ritmo rápido, abriendo la sociedad china y el desarrollo económico. El otro es mucho más preocupante y triste ¿Puede China ser rica y poderosa solo mediante el desarrollo de fuerza militar y riqueza económica? ¿Puede prosperar realmente y hacer a la gente feliz, con un futuro mejor, solo centrándose en lo material? El legado más importante, más que el desarrollo económico, es resaltar esta cuestión. Lo que hicieron durante la masacre fue no solo garantizar que el estado de excepción era aplicado y no se producían más ocupaciones de Tiananmen y otros espacios públicos en el país, sino utilizar una fuerza abrumadora no solo para conmocionar a los manifestantes sino a toda la nación y dejarla en una sumisión total. La situación ahora es básicamente similar en psicología colectiva al síndrome postraumático de una violación, de una violación infantil. La conmoción fue tan completa que la gente simplemente no habla más de ello, ni siquiera piensa en potenciales reformas políticas, impulsadas desde abajo hacia arriba.» Shen Tong, líder estudiantil en las protestas de Tian’anmen


Hace 25 años del aplastamiento por el ejército chino de las protestas de estudiantes que tuvieron su epicentro (que no la mayoría de las víctimas) en la plaza de Tian’anmen, en Beijing y que durante mes y medio convocaron en ella a centenares de miles de personas (millones en todo el país) que exigían más libertad y menos corrupción en las anquilosadas estructuras del poder estatal, ciudadanos que pretendían la reforma del sistema, no su destrucción. Tras aquellos luctuosos hechos, las autoridades chinas encarcelaron a miles de personas y persiguieron la simple mención de lo ocurrido, extendiendo sobre su pueblo, con todo el poder que da su autoritarismo, un masivo velo de censura, negación y olvido forzado a todos los niveles, lo que ha conseguido, cuarto de siglo después, instaurar una amnesia colectiva sobre lo ocurrido entonces. Pero bueno, tras 25 años de aquel sueño ahogado en sangre, nosotros nos quedamos con aquel hermosísimo gesto de lúcido individualismo, el ser humano reivindicándose ante la brutal máquina de guerra. 25 años de aquel hombre del tanque.

The Tank Man


Tiananmen, la plaza que estremeció China

Antonio Broto (EFE) 03.06.2014

Entre abril y junio de 1989, millones de personas se movilizaron en China en un intento de que el país se uniera a la ola de apertura que vivía entonces Europa del Este, pero aquel movimiento, del que 25 años después aún se sabe poco, terminó en tragedia. Aquellos hechos, que fuera de China son un hito del siglo XX pero dentro son un tabú, hicieron temblar los cimientos del régimen, mostraron al mundo los excesos del comunismo chino y dieron al régimen un talante cerrado y paranoico aún vigente.

La prensa internacional recuerda cada 4 de junio la matanza que acabó con las protestas en Pekín, pero un cuarto de siglo después pocos se detienen a rememorar el origen de aquel descontento o a desmentir los tópicos. Y es que, por ejemplo, la mayoría de las muertes fueron lejos de Tiananmen. La mayor represión no la sufrieron los estudiantes, sino los obreros, pues no sólo hubo revueltas en Pekín, y el movimiento no acabó el 4 de junio, ya que continuó en otras urbes.

El origen de las protestas

El acontecimiento detonante de las protestas fue la muerte, el 15 de abril, de Hu Yaobang a causa de un ataque al corazón tres años después que fuera purgado por su talante reformista y su simpatía a otras protestas registradas en Pekín en 1986. Hu, que había sido el secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), fue un gran crítico de las reformas económicas emprendidas por el entonces máximo líder, Deng Xiaoping. Éstas habían tenido efectos positivos en el país, pero también algunos negativos, como una fuerte inflación (del 30 % a finales de los 80) y una alta corrupción.

Esta corriente crítica fue la que el 17 de abril comenzaba en la plaza de Tiananmen, la primera concentración en homenaje a Hu, liderada por universitarios que pedían el fin del nepotismo, mayor libertad de prensa o mejor inversión en educación. Estas primeras concentraciones, moderadas y que no reclamaban la caída del régimen, dividieron a los líderes chinos, ya que algunos, como Zhao Ziyang -sucesor de Hu en la secretaría del PCCh- las veían como algo positivo, mientras el «Pequeño Timonel» Deng y el primer ministro Li Peng las consideraban ya una amenaza.


Proyección internacional

Síntoma de esta división interna es el hecho de que Deng y Li esperaron a que Zhao saliera del país, en un viaje oficial a Corea del Norte, para tomar una decisión que marcaría un antes y un después en el movimiento. El 26 de abril, con Zhao en tierras norcoreanas pese a que su entorno le había pedido que no dejara China, el ala conservadora del PCCh ordena la publicación en el Diario del Pueblo de un demoledor editorial contra los estudiantes de Tiananmen, calificándolos de enemigos del Estado.

El texto indignó al movimiento, que se radicalizó, aumentó en número y lanzó un órdago al régimen a mediados de mayo, cuando varios estudiantes comenzaron huelgas de hambre aprovechando la mayor presencia de medios internacionales en Pekín con motivo de la visita del líder soviético Mijaíl Gorbachov.

El mayor conocimiento mundial de las protestas causó cierta humillación al régimen, que comenzó a pensar ya en la supresión de éstas, primero de forma pacífica, con negociaciones de Li Peng con los estudiantes, el 18 de mayo. Un día después, Zhao osó reunirse con los manifestantes en Tiananmen, y aunque pidió que abandonaran la huelga de hambre también mostró una vez más simpatía con sus peticiones, lo que le costaría el cargo (fue su última aparición pública).

El fracaso en las negociaciones con los manifestantes, por entonces muy divididos, provocó la declaración, el 20 de mayo, de la ley marcial en Pekín, que duraría siete meses.

Cerrojazo del régimen

Unos 300.000 soldados chinos llegaron de todo el país para preparar el desalojo de la plaza, donde en los últimos días de protesta se erigió con cartón la icónica «Diosa de la Democracia», inspirada en la Estatua de la Libertad.

En la tarde del 3 de junio, la televisión china ordenaba a los pequineses que no salieran de sus casas, mientras tanques y vehículos acorazados avanzaban hacia el centro de Pekín. Fue en ese avance donde se produjeron muchas de las muertes en aquella fatídica noche, cuando muchos pequineses intentaron impedir el paso de los tanques, lo que produjo grandes matanzas en el oeste de la ciudad. El número de fallecidos en esos enfrentamientos sigue siendo un misterio, y oscila, según diferentes fuentes, entre los 300 y los 2.600, de los que apenas una decena son soldados.

En Tiananmen, donde se encontraba entre otros el escritor que 20 años después recibiría el Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, el desalojo fue menos sangriento, aunque nadie sabe a ciencia cierta lo ocurrido en una noche de caos y ausencia de prensa internacional. Con una notable excepción, ya que el único medio que pudo grabar esa noche imágenes de la plaza fue Televisión Española.

Represión y muerte

En días posteriores, las protestas por la masacre en varias ciudades chinas fueron reprimidas, mientras el régimen comenzaba una campaña de detenciones y juicios sumarios, sobre todo a huelguistas obreros. Algunos de los principales líderes de las protestas, como Wuer Kaixi, Chai Ling o Feng Congde, lograron huir del país, muchos de ellos en barcos financiados por las mafias de Hong Kong, en la llamada «Operación Pájaro Amarillo». 

Era el fin de 48 días que estremecieron China, el fracaso de un movimiento que podría haber conseguido un país más libre, pero que tras la represión dejó un régimen más criticado internacionalmente, e impregnado de uno de los problemas que el movimiento más denunciaba, la corrupción.

Hace 25 años el ejército chino aplastó las protestas de estudiantes en la plaza de Tiananmen, en  Pekín. Hace 25 años, un reportero de TVE, José Luis Márquez, fue el único que logró grabar la represión de las protestas dentro de la plaza. El reportero recuerda también que “la masacre como masacre no fue en la plaza de Tiananmen”.

Vocabulario Fundamental. Fraude (14) Cultura de falsificaciones

Documental canadiense dirigido en 2013 por Geoff D’Eon que explora el peligroso mundo (a veces mortal, como en el caso de los medicamentos falsos) de la cultura de la imitación de toda clase de productos que se venden por todo el mundo. ‘Counterfeit Culture’ expone cómo la industria de la imitación tiene una larga historia, pero durante los últimos 25 años se ha multiplicado exponencialmente, basada sobre todo en China y otros países asiáticos como proveedores y los países occidentales como compradores. Ahora se falsifica todo, desde bolsos, ropa y dispositivos electrónicos hasta medicinas, repuestos de aviones, piezas para armamento militar o tiendas de IKEA. Es una plaga mundial, un mercado negro que lastra la economía global y fomenta un fraude de centenares de millones de euros alimentado por la vanidad de cada persona que compra un producto de imitación. 

 

Estupor y Temblores (16) ‘The act of killing’, autorretrato indonesio del horror

«Esperaba asesinos y me encontré gente ordinaria a la que puedes querer y por la que te puedes preocupar» Joshua Oppenheimer

Hoy les ofrecemos el ejemplo más escalofriante de aquella célebre ‘banalidad del mal’ que acuñó Hannah Arendt (y de la que la Historia ha dado tanta casuística) de la mano de ‘The act of killing’, un documental profundamente perturbador que se desarrolla como una delirante representación bufa de la maldad, la crueldad y la ignorancia humanas.

Recordemos el momento histórico que quienes hacen el documental quieren recordar. Entre 1965 se pone en marcha en Indonesia un golpe de estado orquestado por la C.I.A. y ejecutado por el ala derecha del ejército para quitar del poder al general Sukarno, primer presidente indonesio tras la independencia en 1949 del antiguo poder colonial de los Países Bajos, para sustituirle por el general Suharto, que regiría manu militari el destino del país asiático durante más de tres décadas. La purga perpetrada por escuadrones reclutados y armados por el Ejército entre 1965 y 1966, borró del mapa político al partido (que por entonces, con tres millones de afilados, era el mayor de Indonesia) ejecutando al menos a medio millón de personas en Java, Sumatra y Bali, encarcelando a otro millón de personas e instaurando el terror entre los supervivientes y la minoría china.

Más de cuatro décadas después, aquellos asesinos de masas agrupados en la autodenominada «Juventud Pancasila», viven en la más absoluta impunidad y continúan intimidando y extorsionando a aquellos que sobrevivieron a las masacres y sus descendientes, sin sentir el más mínimo remordimiento por los crímenes, violaciones o torturas que cometieron. Es por ello que cuando el director norteamericano Joshua Oppenheimer con el alemán Werner Herzog como productor, pensaron hacer un documental sobre aquellos desconocidos y terribles hechos, decidieron que fuera la propia mirada de los asesinos la que contara lo que ocurrió, ofreciéndoles una cámara frente a la que recrean aquellos días de locura homicida. Y lo hacen a conciencia, mostrando toda su estúpida maldad, su mal gusto, su ignorancia, su cruel y patética humanidad, de las que conviene alejarse de vez en cuando, dejándonos llevar por una risa nerviosa que nos distancie de lo que estamos viendo. En fin, les dejamos con esta inquietante obra maestra del género documental, un surrealista y espeluznante autorretrato del mal que ha roto en Indonesia un largo silencio en torno a uno de los más oscuros capítulos de su historia.

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‘The Act of Killing’, el terror visto por sí mismo

Agustín Alonso – RTVE 29.08.2013

En la breve introducción a The Act of Killing que su joven director, Joshua Oppenheimer, ofreció en el pasado festival SXSW antes de su proyección en el Alamo Drafthouse Cinema de Austin, lo más importante fue el permiso que concedió a los espectadores para reír cuando lo pidiese el cuerpo. Sin censuras. El aviso a navegantes puede que suene excéntrico, pero es una necesaria absolución preventiva para cada una de las muchas veces que no se puede refrenar la carcajada mientras se ve este documental sobre asesinos en masa en la Indonesia de los años 1960.

Con un estilo visual que podríamos considerar loquísima mezcla entre Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar y Apichatpong Weerasethakul, y heredero de Werner Herzog -que produce la cinta-, Oppenheimer ha creado una magnífica obra documental que ha cosechado desde dicho estreno numerosos premios, incluyendo el Primer Premio y el Premio del Público de Documenta Madrid, y que aspira a ser el Searching for Sugar Man de esta temporada.

La premisa de la película es jugosa. En 1965, el gobierno indonesio del dictador Suharto llevó a cabo una persecución contra el comunismo que dejó un millón de muertos en el país asiático. Esas matanzas fueron perpetradas por mercenarios, por bandas de gánsteres sin inclinaciones ideológicas. En The Act of Killing, Oppenheimer pide a algunos de ellos, héroes en sus entornos cotidianos, que recreen escenas de esas ejecuciones para una película y graba el proceso de producción, a modo de making of.

Oppenheimer vivió en el país asiático y descubrió con sorpresa que uno de sus vecinos había llevado a cabo cientos de ejecuciones. Quería hacer un documental sobre el tema, pero se dio cuenta de que si quería hacerlo de una forma segura tendría que enfocarlo desde la mirada de los asesinos, sin contar con grupos de derechos humanos o supervivientes. Lo que de entrada suena brutal, macabro y salvaje deriva en un acercamiento al misterio del mal que en ocasiones parece un mockumentary por la extravagante ingenuidad de sus protagonistas y el juego entre realidad y ficción con el que se despliega la historia.

«Esperaba asesinos y me encontré gente ordinaria a la que puedes querer y por la que te puedes preocupar», explicaba Oppenheimer. Ordinarios como Anwar Kongo, el principal protagonista y motor de la historia. Se nos presenta al inicio del filme como un tipo dicharachero y normal, que cuenta lo que hizo sin convertirlo en una hazaña, pero con la candidez de quien siente que hacía lo que tenía que hacer.

Esa candidez que es crudeza a la hora de confesar la mecánica para asesinar -the act of killing-, la galería de personajes que acompaña al protagonista y que en ocasiones roza lo freak, y algunos toques de surrealismo en la puesta en escena de la historia que se rueda dentro de la historia, difuminan los contornos de la realidad y permiten que el espectador pueda distanciarse hasta la risa. Y, sin embargo, tras esa rara embriaguez el balance emocional es estupor y turbación.

El crimen lo define el vencedor

A medida que avanza está «especie de anticatársis» para Kongo vamos penetrando en ese misterio, el de «esa completa fantasía de un mundo dividido en malos y buenos, la moral «Star Wars», como etiqueta el cineasta tejano. «La verdad, lo que lamento… Nunca pensé que iba a parecer tan horrible», dice Kongo casi al final de la película, cuando Joshua le muestra el montaje de la recreación de la masacre en un pueblo indonesio que fue borrado del mapa. No era consciente del destino de ese viaje que comenzó tan ufano.


Uno de sus compadres en el crimen, casado y con dos hijas, al que convoca para grabar algunas escenas, es más consciente de lo que aquello puede suponer y se muestra remiso a rodar, critica que lo hagan, confiesa que no le da vueltas al tema y que eso le ha permitido dormir con la conciencia tranquila. «Lo que se considera crimen de guerra está definido por los vencedores», replica cuando la cámara le pregunta si no es consciente de que aquello que considera era un deber puede llevarle a La Haya. «Que me lleven», desafía.

Exterminar «de una manera más humana»

«Esto no es lo característico de la Pancasila Youth [juventud paramilitar al servicio del Estado], como si nos gustase beber sangre», justifica en el set de rodaje de la citada masacre el ministro de Juventud y Deporte, que ha acudido a apoyar el rodaje pero que parece también darse cuenta al verse desde fuera lo que están haciendo. «Debemos exterminar a los comunistas, pero debemos aniquilarlos de una manera más humana», dice con toda llaneza.

Gracias a The Act of Killing se habla por primera vez abiertamente en Indonesia de este crimen masivo, gracias a proyecciones clandestinas o reducidas, ya que la censura no permitiría la proyección de un documental cuyo rodaje fue convirtiéndose en algo cada vez más peligroso y en cuyos créditos hay varias decenas de miembros del equipo técnico que están acreditados como «anónimos». «Si queremos prevenir con seriedad que nos matemos unos a otros, tenemos que mirar a los motivos de la violencia frente a frente», defiende Oppenheimer. «¿He pecado… y todo esto vuelve ahora a mí? Espero que no», dice Kongo, cuyo personaje hubiera sido de imaginar por un guionista. «Sé que estaba equivocado, pero tenía que hacerlo».

No es este un acto de denuncia al uso (pero lo es, por muchas carcajadas que el espectáculo provoque, y prueba de ello es que los supervivientes de la matanza son los primeros que quieren distribuir la película en Indonesia). Es, sobre todo, «cómo un régimen de terror se imagina a sí mismo», en palabras del propio director.

Vocabulario Fundamental. Animales (11) ‘The Cove’, el horror tras la sonrisa del delfín

Hoy publicamos The Cove, un espeluznante documental dirigido por Louie Psihoyos en 2009 que aborda la sangrienta matanza de delfines en el pueblo japonés de Taiji. Aunque también en Europa, en las islas Feroe de la muy civilizada Dinamarca, se producen todos los años hechos muy parecidos.

Este multipremiado documental (galardonado entre otros con el Oscar 2010 al Mejor Documental) fue realizado por el empeño de un hombre, Rick O’Barry, que en los años 60 fue entrenador de los delfines que interpretaban al célebre Flipper, aquel delfín televisivo que hizo que los estadounidenses se aficionaran a los delfines. Aquella cándida serie y el rictus facial de esta especie a modo de eterna sonrisa paradójicamente significarían que el futuro de muchos de ellos en las décadas posteriores sería ser apresados y sacados de su medio natural para servir de esclavizados payasos en los delfinarios de los parques recreativos que surgirían por todo el mundo. Hasta el día en que uno de ellos simplemente dejó de respirar en sus brazos. Ric se dió cuenta de la terrible evidencia que los cetáceos son animales que en cautiverio sufren un stress que les ocasiona depresiones y en ocasiones les lleva al suicidio. Ese momento catártico en el que tomó conciencia de la explotadora industria que había ayudado a construir le decidió a dedicar su vida a tratar de liberar a todos los delfines y orcas privados de libertad.

Fruto de sus investigaciones llegó a conocer lo que acontecía cada año en una cala oculta al público en Taiji. Afortunadamente la controversia y el shock que supuso en la sociedad japonesa (muchos cines fueron amenazados y hubo manifestaciones a favor y en contra) la difusión de este documental -en el que además se denuncian los altos niveles de plomo en la carne de estos mamíferos y los turbios manejos japoneses en la Comisión Ballenera Internacional- provocó que, como cuenta Ric O’Barry en el artículo de El Mundo que adjuntamos a continuación, haya bajado el consumo de carne de delfín y otros cetáceos (Japón gusta también de masacrar marsopas y otras ballenas) en el país nipón. Pero eso no significa que no se sigan produciendo cada año las masacres de cetáceos pues 23.000 delfines y marsopas son cazadas cada año en el país nipón. El pasado 1 de septiembre comenzó la temporada de caza, que durará hasta abril. Con todo ello les dejamos.


Firmar en contra de la matanza de delfines de Japón


‘La matanza de delfines en Japón se ha reducido desde el estreno de ‘The Cove’

Teresa Guerrero – El Mundo 26/02/2012

O’Barry, con una bandeja de carne de delfín en un supermercado japonés. | ‘S.J.D’Ric O’Barry (Florida, 1941) lleva más de cuarenta años luchando por acabar con la industria que él mismo contribuyó a crear. En los años 60 se hizo famoso en todo el mundo al convertirse en el entrenador de la famosa serie de televisión ‘Flipper’, un personaje interpretado por varios delfines. Uno de los animales murió en sus brazos al dejar voluntariamente de respirar. A partir de ese momento, O’ Barry decidió dedicar su vida a protegerlos.Hace tres años volvió a hacerse famoso al denunciar la matanza indiscriminada de delfines en un pueblo costero de Japón. El documental ‘The Cove’ (La cueva) mostró al mundo la investigación llevada a cabo en Taiji por un equipo de su organización conservacionista, ‘Save Japan Dolphins’. Hoy se cumplen dos años desde que el film ganó el Oscar al mejor documental, un premio que, como señala O´Barry en una entrevista con Elmundo.es, ha contribuido enormemente a los avances de su organización.

Equipados con cámaras ocultas, los activistas consiguieron grabar la caza de delfines y documentar el lucrativo negocio que representa el tráfico de estos pequeños cetáceos. Los mejores ejemplares son vendidos por unos 115.000 euros a los acuarios y zoológicos de todo el mundo, donde son explotados. Los demás son aniquilados brutalmente y su carne, rica en mercurio y otros elementos tóxicos, es comercializada en los supermercados del país.

Pregunta.-Usted fundó el proyecto ‘Save Japan Dolphins’ en 1970, aunque éste no se hizo mundialmente conocido hasta el estreno del documental ‘The Cove’. ¿Cómo ha ayudado la película a los objetivos de su organización.

‘The Cove’ ha supuesto una gran diferencia. Los medios de comunicación japoneses estuvieron evitando este tema durante años. Antes de su estreno, los periodistas de los principales periódicos y televisiones de Tokio que visitábamos junto a conservacionistas japoneses nos decían que la matanza de delfines era una gran historia, pero que sus directores no les permitirían publicarla. La película cambió esto por completo. Algunos medios siguen mostrándose hostiles, pero muchos simpatizan con nuestra causa. En Japón se ha producido un enorme descenso en el consumo de carne procedente de delfín y ballena, dejando a los cazadores con menos mercado para vender sus delfines. Y lo atribuimos a nuestra campaña y al documental. Sobre todo, porque informó de que esta carne está contaminada por mercurio en la carne de delfín y ballena. Es importante recordar que [el descenso] no ha sido sólo por la película. Por sí sola no habría podido producir ningún cambio. La clave del éxito ha sido nuestra campaña permanente para llevar la verdad al público, tanto en Japón como en el resto del mundo.

P.-La matanza de delfines, sin embargo, continúa en Taiji. ¿Se ha reducido el número de animales capturados?

Sí, durante los últimos cinco años ha habido un descenso continuado en el número de delfines asesinados en Taiji. Se rumorea que la temporada de caza de este año acabará varias semanas antes de lo habitual (normalmente la época de caza durante hasta finales de marzo, y a veces hasta abril) porque el mercado en el que los cazadores venden su carne se ha reducido.

P.-Por lo que respecta al Gobierno japonés, ¿ha percibido un cambio en su posición? ¿Se han tomado medidas para frenar la matanza de delfines?No. El Gobierno, o mejor, debería decir la Agencia Pesquera de Japón es adicta a la matanza de delfines y ballenas. Harán cualquier cosa para promover estas matanzas, utilizando incluso fondos destinados a paliar los efectos del terremoto y del tsunami [del 11 de marzo de 2011] para dar subsidios y proteger la caza. Ellos son los verdaderos villanos en este caso. A los burócratas de la Agencia Pesquera de Japón no les preocupa en absoluto la salud y el bienestar de la población. Es una situación muy trágica. Podríamos incluso llegar a una situación en la que los pescadores de Taiji se niegan a cazar delfines pero aún recibirían permisos del Gobierno.

P.-¿Cómo ha reaccionado la sociedad japonesa?

Creo que el mensaje del documental sobre las sangrientas matanzas, que habían sido ocultadas a la sociedad japonesa, y sobre la contaminación por mercurio de la carne de delfín se ha extendido de manera significativa desde que ‘The Cove’ se estrenó en Japón. Todavía nos queda mucho por hacer, pero estamos progresando de manera impresionante para que se reduzca su caza. Un periodista japonés, amigo mío, nos dijo que el año pasado, el alcalde de Taiji se quejó por la gran cantidad de historias publicadas sobre el mercurio, pues estaban perjudicando las ventas de carne de delfín.

P.-¿En cuántos cines japoneses se estrenó ‘The Cove’?

Si la memoria no me falla, se ha proyectado en unos 26 o 28 cines. En algunos estuvo en cartelera durante más de dos meses. Ahora esta disponible en DVD en las tiendas, y nuestros amigos de la ‘Oceanic Preservation Society’ (OPS), que hicieron la película, y yo estamos distribuyendo copias gratuitas. Cualquiera puede ir a la página web de OPS y descargarse una copia en japonés gratis. Pero todavía hay muchos japoneses que no han visto ‘The Cove’, aunque se han publicado muchas noticias en los medios nipones sobre el documental y las matanzas. Sería fantástico que se emitiera en la televisión de Japón, aunque dudo de que ningún canal se arriesgue a la cólera que desataría en el Gobierno japonés.

P.-¿Tienen cifras sobre el descenso del consumo de carne de cetáceo?No disponemos de mucha información sobre la venta de carne de delfín pero sí sabemos que en 2010 había 5.000 toneladas de carne de ballena congelada. En 2011, aumentó a 5.400 toneladas. Fue un año en que el número de ballenas capturadas en Japón fue muy bajo. En otras palabras, no pueden vender la carne de ballena en el mercado y tienen que almacenarla.

P.-En el documental denunciaban que, en ocasiones, la carne de delfín se vende en los supermercados japoneses como si fuera de ballena. ¿Continúa este fraude?

No lo sabemos con seguridad pero asumimos que sí. La carne de delfín sigue siendo etiquetada como si fuera de ballena. De modo que el declive en el consumo de ballena nos da una idea sobre el descenso en las ventas de delfín también.

P.-En el blog que mantiene en su página web afirma que en 2011 han logrado grandes progresos en las Islas Solomon y en Indonesia. ¿Cuáles son sus principales objetivos en 2012?

Continuaremos teniendo voluntarios en la cueva de Taiji durante la temporada de caza para comprobar los progresos y para seguir mostrando al mundo lo que allí ocurre. Volví a visitar Taiji en enero y, por primera vez, emitimos un vídeo grabado allí vía iPad. Fue un gran éxito. Seguimos haciendo análisis a muestras de carne para buscar mercurio y midiendo los índices de radiactividad tras el accidente de Fukushima. Intentamos llevar nuestro mensaje al mayor número posible de japoneses distribuyendo copias gratuitas del documental, con ayuda de nuestros amigos de la ‘Oceanic Preservation Society’. Me estoy reuniendo con gente influyente en Tokio y organizando ruedas de prensa de forma periódica. Este verano, queremos ayudar a las empresas de avistamiento de delfines, que están proliferando en Japón. También estamos dando más dinero a las Islas Salomón para compensar sus esfuerzos (a cambio de que dejen de matar a alrededor de 2.000 delfines cada año). Estamos intentando mejorar nuestra cooperación con el Gobierno de Indonesia y continuaremos luchando para evitar que se construyan nuevos delfinarios por todo el mundo. ¡Espero que podamos cerrar varios de ellos este año!.

P.-¿Las Islas Salomón exportaban delfines a Japón?

No, por lo que sabemos. Todos los delfines asesinados se usaban para consumo propio, y los dientes se utilizaban como dinero. Hemos logrado acabar con esto cooperando con los habitantes de los pueblos. Aún hay varias compañías que cazan delfines para venderlos a acuarios. En diciembre, por ejemplo, enviaron 25 ejemplares a China. Esperamos acabar con estas ventas este año. Por lo que sabemos, ningún delfín ha sido exportado a Japón. Taiji satisface las necesidades de Japón.

P.-¿Cuántas veces fue arrestado el año pasado?

Me han detenido varias veces en el pasado pero nunca me han condenado por violar ninguna ley. Hace tiempo que no me arrestan aunque no lo voy a evitar si puede resultar útil para nuestros objetivos. En Japón, por ejemplo, ser arrestado sería inútil pues tendría problemas cada vez que regresara al país. Todos tenemos mucho cuidado para no violar las leyes japonesas y cooperamos con la policía.

P.-¿Ha habido avances positivos en la Comisión Ballenera Internacional?

El fotograma muestra el agua teñida de rojo por la sangre de delfín. | ‘Save Japan Dolphins’.

El único avance positivo ha sido que ‘Earth Island’ y otras muchas ONG han conseguido detener un plan conjunto de EEUU y Japón para que se legalizara la caza de ballenas por parte de Japón pese a la moratoria vigente desde 1986-1987. La Administración Obama realmente ha dado una imagen patética en esa lucha. Pero estoy contento de poder decir que la UE, Australia y muchos países de Sudamérica defienden a las ballenas.

P.-En el pasado ha recibido amenazas por su campaña. ¿Sigue amenazado?

En Taiji, la presencia policial creció enormemente. Aunque su principal objetivo es proteger a los cazadores de delfines, en realidad nos protegen a nosotros también. Así, que de alguna forma, el tema de la seguridad ha mejorado. Aún tengo que tener cuidado en Japón porque algunos grupos nacionalistas radicales se han involucrado en este tema. En realidad, me gusta Japón. Los japoneses involucrados en la matanza de delfines y ballenas son una minoría.

P.-Asegura usted en su blog que la matanza y la explotación de delfines acabará, aunque llevará tiempo. Teniendo en cuenta los esfuerzos de los gobiernos y la situación actual, ¿cuándo cree que lo lograrán?

Es difícil saberlo. Creo que en Taiji cada vez es más difícil hacer dinero con los delfines. Aún es muy rentable cazar animales para que vivan en cautividad así que no podemos saber si será pronto. En otros pueblos costeros de Japón todavía se matan muchos ejemplares cada año, aunque la caza ha sido temporalmente interrumpida debido al tsunami. Pero en Taiji creo que sólo harán falta unos pocos años para que los cazadores tengan que dejarlo.

P.-¿Ha mejorado en estos dos últimos años la situación de los delfines en cautividad en España?

Realmente no. Aunque hay una nueva iniciativa para prohibir la importación de delfines salvajes a través de la Unión Europea. Si sale adelante, será un paso importante hacia el fin de la cautividad de los delfines en Europa.