‘Raposa Serra do Sol, la lucha decisiva’, de Cipó Company

Premio al mejor documental en el Festival de Cine Solidario de Granada / Premio al mejor mediometraje en la III Mostra Amazónica de Cine Etnográfico Realizado por CIPO Company, y con el apoyo de la ONG Pueblos Hermanos, cuenta la lucha de los indígenas de Raposa Serra do Sol frente a los latifundistas arroceros que invadieron sus tierras. Los pueblos indígenas de Amazonia luchan por defender su territorio y su forma de vida, ante la presión del agronegocio.

Raposa Serra do Sol: la lucha decisiva de los pueblos indígenas de Brasil

En Brasil, dos modelos de desarrollo luchan por ganar una crucial batalla: el de los pueblos indígenas y el de las corporaciones del agronegocio. Raposa Serra do Sol se ha convertido en el emblema de esta lucha para los pueblos indígenas del país.

Diagonal Movimientos – Marta Caravantes Redondo / Madrid 02/10/08 


Raposa Serra do Sol –situada en la Amazonia brasileña al nordeste del Estado de Roraima– es una tierra de agua y abundancia, demarcada y homologada por el Gobierno de Lula en 2005. Allí viven más de 19.000 indígenas de los pueblos macuxi, wapixana, taurepang, patamona e ingarikó. A pesar de la prohibición de entrar en tierra indígena, en 1992 se detectaron por primera vez las invasiones de los latifundistas arroceros. En sólo 13 años las plantaciones crecieron siete veces hasta alcanzar las 14.000 hectáreas.

Violencia y miedo


El pasado mes de abril, el presidente Lula envió a la Policía Federal a expulsar a los arroceros. Los latifundistas respondieron con violencia. Diez indígenas fueron heridos. “Comenzaron a dispararnos, tiraron bombas y empezamos a retroceder. Fui herido en la pierna, en la espalda y también en la cabeza”, nos comenta un joven macuxi. Santinha da Silva estaba también con sus tres hijos el día de la agresión. “No voy a decir que no tengo miedo”, afirma, “pero voy a enfrentarlos. Si ellos quieren matarme, que me quiten la vida, pero dejando la tierra para mis hijos”. 

Días después de las agresiones, una decisión de la justicia brasileña provocó el estupor en las organizaciones indígenas. El Tribunal Superior Federal no sólo decidió cancelar la operación policial del presidente Lula para expulsar a los latifundistas, sino que admitió un recurso que, de prosperar, permitirá a los arroceros continuar en tierra indígena, creando un peligroso precedente. Ningún arrocero ha pagado las multas por deterioro ambiental y tampoco hay nadie en prisión por las agresiones a los indígenas. “Ya fueron presas algunas de esas personas, pero por períodos muy cortos, ya que disponen de recursos y mucha influencia política que consigue convertir los procesos en disputas jurídicas interminables”, afirma Paulo Santille, coordinador de Identificación y Delimitación de las Tierras Indígenas de la FundaciónNacional del Indio (FUNAI). Se puede hablar de “una guerra declarada contra los pueblos indígenas por parte de los sectores que tienen intereses económicos en sus tierras”, asegura Rosane Lacerda, profesora de derecho de la Universidad de Brasilia.

Marcados como el ganado

Durante cinco siglos los pueblos indígenas de Raposa Serra do Sol han sufrido reiteradas invasiones en sus tierras: conquistadores portugueses, ganaderos, garimpeiros (buscadores de oro) y latifundistas. Todos utilizaron a los indios como peones e, incluso, los ganaderos llegaron a marcar a los indios igual que a las reses. Orlando Pérez da Silva, tuxaua (jefe indígena) de la aldea de Uiramutá, confirma con su relato de vida la trágica historia. “Llegaron los no indios e invadieron nuestras tierras. Empezaron a contratarnos en sus fazendas. Cuando un indio reclamaba su salario, le dabanuna paliza y le echaban”. Orlando vivió seis años como esclavo. “Vivíamos totalmente esclavizados. Para comprar una hamaca teníamos que trabajar un mes entero”.

El único país con nombre de árbol extinguido

Beto Ricardo, coordinador del Instituto Socioambiental de Brasil (ISA), considera al Gobierno de Lula como un “Gobierno desarrollista” inmerso en un clima de “cierta euforia económica”. “La presión sobre losindígenas es múltiple –sostiene– no sólo por parte del agronegocio, sino también por obras públicas como carreteras, hidroeléctricas, diques…”. Para el coordinador del ISA, “las tierras indígenas no sobrevivirán si no hay un reordenamiento ecológico y económico del país y de la Amazonia”. Como metáfora de lo que sucede, comenta que “Brasil es el únicopaís con nombre de un árbol extinguido”. Beto Ricardo se refiere al pau Brasil, de cuya madera se extraía una tinta roja muy apreciada por la aristocracia europea.


Problema del mundo entero

La presión sobre las tierras indígenas del agronegocio se ha intensificado a partir de la producción de los agrocombustibles y de la necesidad de producir piensos para alimentar la cabaña ganadera mundial. Una de las organizaciones que se dedica a coordinar la lucha indígena es la Comisión de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña, presidida por el indio sateré-maué, Gecinaldo Barbosa, para quien “la ministra de Medio Ambiente [Marina Silva, que dimitió el pasado mes de mayo] fue sacrificada por el agronegocio. Ese poder está ganando fuerzas y cercando al presidente Lula”. Para Barbosa, el problema trasciende las fronteras de Brasil: “Amazonia es de Brasil, pero el problema es del mundo entero; el problema es de quien defiende la vida”.

La propuesta indígena

En Brasil hay 604 tierras indígenas, habitadas por 215 pueblos distintos que hablan 180 idiomas e innumerables dialectos. En ellas viven 600.000indígenas. En su cosmogonía no existen las fronteras, ni la burocracia, ni la pertenencia de la tierra a ninguna persona. Ahora luchan por adaptarse a la nueva realidad para poder defender su tierra y su modelo de desarrollo, pero sin perder su identidad. Piensan que tienen mucho que aportar en un momento que la naturaleza se “está rebelandocontra el mundo”. Gecinaldo Barbosa asegura: “vamos a resistir hasta el final de nuestras vidas. Como pueblos indígenas vamos a defender la naturaleza porque tenemos esa concepción de la vida, esa cosmogonía del mundo para el futuro de la humanidad”. La ONG Pueblos Hermanos (www.puebloshermanos. org.es) y la empresa audiovisual CIPÓ(www.cipocompany.com) han lanzado una campaña de concienciación.

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“Me cago en el Mundial”

“Me cago en el Mundial”


Los brasileños veneran el fútbol, pero están enfadados por la celebración del Mundial más caro de la historia, mientras que las necesidades más básicas de los ciudadanos no están cubiertas. 
«Si el Estado hubiese escuchado las reivindicaciones de la gente todo sería distinto», dicen algunos manifestantes que protestan por las exigencias de la FIFA

Dibujo pintado por Paulo Into y que representa la pobreza de Brasil.

Lamia Oualalou (MEDIAPART) 24/05/2014

“Traidor del siglo”. La leyenda, escrita bajo la foto de Pelé, está omnipresente en las manifestaciones. A tres semanas del inicio del Mundial de fútbol, esa imagen dice mucho del sentimiento de muchos brasileños ante un acontecimiento deportivo que estaba llamado a ser “la Copa de las Copas”. Pelé es el “rey del fútbol”, el ídolo indiscutible de varias generaciones de aficionados, pero en la calle no perdonan que se haya puesto del lado de los poderosos, de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) y de sus patrocinadores.

Los brasileños veneran el balón, lo que no quita para que muestren su enfado por el que será el Mundial más caro de la historia, mientras que sus necesidades más básicas no están cubiertas. Desde hace un año, el lema “Nao vai ter copa” –la Copa no se va a celebrar–, es el mantra que más se repite, aunque todo el mundo sepa que los 32 equipos [entre ellos España] jugarán en Brasil del 12 de junio al 13 de julio.

El joven estudiante Adriano Barbosa eleva el tono de voz para hacerse oír, a pesar del tronar de tambores durante una manifestación reciente celebrada en Río: “Soy aficionado al fútbol, como la mayoría de brasileños, y soñaba con el Mundial, pero si el Estado hubiese escuchado primero las reivindicaciones de la gente, todo sería distinto. Para asistir a esta manifestación del pasado 15 de mayo, bautizada en todo Brasil como “Día internacional de la lucha contra la Copa”, se ha hecho una camiseta que dice: “Me cago en la Copa”.

“Somos muchos los que pensamos así y si los demás no han venido a manifestarse es porque tienen miedo a la represión”, insiste, señalando a la fila de agentes de policías, listos para actuar. De hecho, menos de 10.000 personas se movilizaron en Brasil ese día. Los que sí acudieron, pretendían dejarse ver y dejarse escuchar. Para lograr sus objetivos, echaron mano de las redes sociales y contaron con la prensa internacional, mucho más pendiente de lo que sucede que los medios locales.

El símbolo de Batman

La estrella fue, una vez más, Batman. Portaba una máscara integral que apenas dejaba ver sus ojos, un pantalón ajustado, una capa negra ondeando al viento. La primera vez que Eron Morais de Melo, un joven de 32 años, se puso el famoso disfraz fue el 20 de junio de 2013, “el día en que más de un millón de personas se manifestaron en Río”, subraya. Entonces, el alcalde Eduardo Paes iba vestido de Joker, como encarnación del crimen y de la mentira. “Para combatir a Joker, hacía falta Batman y Río de Janeiro se parece mucho a la ciudad de Gotham, por la violencia y la corrupción”, precisa Eron Morais de Melo.

De día es fabricante de prótesis dentales, pero en cada manifestación se enfunda en el traje y sube a un tren camino de Marechal Hermes, el barrio de clase media-baja donde vive –el Batman carioca no tienebatmóvil–. En cada ocasión, llega impasible y enarbola una pancarta en la que reclama escuelas y hospitales “nivel de exigencia FIFA”, en alusión a las condiciones requeridas por la institución.

Dichas exigencias, cada vez mayores –en términos de seguridad, de acceso al estadio, de pantallas o de instalaciones sanitarias– no siempre explican el coste del Mundial. Además de los sobrecostes, los retrasos en la construcción y la eventual corrupción, hay que decir que la FIFA solicitaba ocho estadios. El Gobierno, finalmente, prometió 12. De paso por Río de Janeiro, Stéphane Monclaire, especialista en Brasil y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de la Sorbona, de París, precisa: “Prometer 12 estadios permite satisfacer el clientelismo de los políticos locales; un estadio también es una moneda política de cambio. Gracias a ello, en su momento, Lula logró recabar apoyos”.

Solo el Pacto Federal brasileño puede explicar porqué, por ejemplo, las autoridades han decidido arrasar el viejo estadio de Manaus, en el centro de la Amazonia, para construir uno nuevo (757 millones de reales, 250 millones de euros) en una ciudad que no cuenta con ningún equipo en Primera División, mientras que el 90% de la población no tiene acceso a sistemas adecuados de alcantarillado y saneamiento.

Gasto triplicado

Los estadios, presentados por el presidente Lula a la Fifa en 2006, tenían que costar 2.800 millones de reales (unos 910 millones de euros). En euros de la época, equivalía a un poco más de 1.000 millones. Desde entonces, la moneda se ha devaluado (a día de hoy 1 real se cambia a 0,33 euros), lo que puede dar la sensación, traducido en euros, de que el importe es inferior, pero en reales, el montante es mucho mayor. En enero de 2010, el Tribunal brasileño de Cuentas hacía una estimación de 5.660 millones de reales. La factura ascenderá finalmente a 8.050 millones (2.700 millones de euros), casi el triple de lo previsto.Este importe supone un tercio del presupuesto de las ayudas sociales del programa Bolsa Familia, que atiende a 14.000 hogares y que ha sido copiado en todo el mundo por su eficacia.

Y no solo se han construido estadios. Las infraestructuras ya han costado 14.700 millones de reales (casi 5.000 millones de euros). Y según el sindicato de arquitectos e ingenieros, a penas el 45% de las obras que debían entregarse, entre movilidad urbana, aeropuertos y telecomunicaciones, estarán en los plazos previstos. Estos trabajos no solo están directamente vinculados con la Copa, y algunos eran necesarios, especialmente la remodelación de los aeropuertos, al borde de la saturación. Sin embargo, las autoridades han repetido el término “Copa” como si se tratase de una letanía. A la hora de hacer balances, es lógico que ahí se encuentre el Mundial. Además, hay que añadir los gastos de promoción turística, casi 600 millones de reales, la seguridad, 1.900 millones, y los equipamientos temporales impuestos por la FIFA, como los detectores de metales. Y como no había dinero contante y sonante, ha sido necesario pedir prestado…

Amantes del fútbol

No es la primera vez que las autoridades brasileñas gastan en exceso, haciendo elecciones más que discutibles. La presa y la fábrica hidroeléctrica de Belo Monte, en el Para, en el corazón de la Amazonia, tenía que costar inicialmente 16.000 millones de reales y responder una quinta parte de las nuevas necesidades energéticas del país. Lejos de estar acabada, el proyecto supera ya los 30.000 millones (¡casi 10.000 millones de euros) y el impacto que ha tenido sobre el medio ambiente y las tribus indias es colosal. El asunto apenas ha desatado la polémica entre un puñado de especialistas y defensores de los derechos del hombre, pero ha pasado desapercibido por la mayoría de la población. No ha ocurrido lo mismo con la Copa.

Los brasileños aman el fútbol, lo adoran, son mucho más sensibles a los preparativos de la Copa. Aquí no se oye gritar, como en Francia, “Allez les Bleus”. En los estadios, los niños, desde los tres años, gritan “Brasil”. El equipo de Brasil es un poderoso vector de cohesión social, reactiva el sentimiento nacional, para lo bueno y para lo malo. La dictadura jugó muy bien esta baza.

“Por supuesto que las sumas gastadas para la Copa del Mundo no son enormes si se las compara con otros presupuestos, pero es el momento de preguntarse cuáles son los verdaderos valores de nuestro país”, apunta Paulo Into, un artista conocido por sus graffitis en las calles de Sao Paulo. El 10 de mayo pasado, el hombre pintó sobre las paredes de una escuela del barrio de Pompeia a un niño llorando, desesperado al ver que en lugar de comida, en su plato, había un balón de fútbol. Aunque subraya que no ataca al Gobierno de Dilma Rousseff que, como el de Lula, “ha hecho mucho más por los pobres que los precedentes”, Paulo Ito critica “esta clase política que nos avergüenza y sus prioridades”. Desde entonces, la foto del fresco ha dado la vuelta al mundo, convirtiéndose en el símbolo de los excluidos del Mundial.

“El enfado de los brasileños es aún mayor por cuanto los grandes medios de comunicación, mayoritariamente vinculados con la oposición, han encontrado en el sobrecoste de la Copa un filón en la víspera de las elecciones”, explica Stéphane Monclaire. La presidencia –a cuya reelección Dilma Roussef vuelve a optar por segunda vez–, pero también están en juego los puestos de los gobernadores, diputados federales y de Estado y una parte de los senadores en las elecciones del mes de octubre. Hace 20 años que la elección presidencial y el Mundial coinciden. Incluso si la derrota o la victoria de la selección nunca ha garantizado la victoria política, la división política entre izquierda y derecha aparece radical en el panorama futbolístico. En el estado de Sao Paulo, donde la oposición es mayoritaria, está bien visto decir que se está contra la Seleçao, el mítico equipo nacional brasileño.

Traducción: Mariola Moreno

En Portada – A propósito de la copa de las copas

Vocabulario Fundamental. Extinción (35) Los últimos manatíes

Un artículo leído en el blog SEO/Birdlife del ornitólogo y naturalista leonés José Álvarez Alonso nos lleva a conocer las amenazas que se ciernen sobre los últimos manatíes que sobreviven en la cuenca amazónica y cómo el exterminio de esta especie de pacíficos y enormes animales por parte de los cazadores ha supuesto la degradación del ecosistema en cuya conservación desempeñaban un papel fundamental.



El último manatí

José Álvarez Alonso 25 junio 2013

Con precisos golpes de su machete donJorge Pinchi labra un largo palo de ‘cumaceba’, la madera más dura de la selva amazónica. Es una hermosa tarde de febrero, a orillas del río Yanayacu, afluente del Amazonas, en Perú, y el sol acaricia la cara curtida y surcada de arrugas, y arranca reflejos multicolores en las tersas aguas donde se mece su canoa.

Me confiesa que efectivamente está preparando el artefacto para cazar una vacamarina que se ha aparecido en una quebrada vecina, luego de muchos años en que no se veía ninguna. “Tengo varios enfermos que me han pedido para curarlos con su cuero”, me dice. Lo convenzo de no seguir en su plan de eliminar a la última que queda, con el compromiso de conseguirle un pedazo de cuero de manatí para su “medicina” del centro de rescate del manatí que mantienen en Iquitos una ONG y el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana – IIAP, de alguno de los animales que mueren.

Jorge Pinchi labrando su lanzón para cazar manatíes © Pepe Álvarez

Don Jorge me explica cómo cuando era joven, hace 25 o 30 años, cazaba paiches en ese río. Me cuenta cómo usaba la trampa tradicional indígena, llamada ‘pari’, para cerrar el paso atrapar paiches (pirarucú). Sin embargo, caían también otros gigantes del Amazonas: zúngaros (peces gato), caimanes, vacamarinas (manatíes), charapas (tortugas gigantes) y ronsocos (capibaras, el roedor más grande del mundo). Don Jorge es un reconocido curandero en la zona, y a su casa acuden enfermos de comunidades distantes a curarse de diversos males.

Muerte en el lago

Aunque él no niega, deduzco que don Jorge fue probablemente el artífice de la muerte del último manatí del río Yanayacu en la cocha (lago) Purura, frente a la comunidad de San Juan de Yanayacu, donde un par de años antes pude observar los restos de la trampa y, en la orilla de al lado, los huesos del manatí que feneció en ella (ver foto). Con el último manatí se acabaron también los peces, a decir de la gente local: hoy la cocha está totalmente cubierta de huama (lechuga de agua) y otras plantas acuáticas, que cierran el paso de la luz solar y el oxígeno, y extraen los nutrientes, dejando estériles las aguas. “Cocha muerta”, la llama la gente ahora.

Este es un drama común en toda la selva baja, donde los fértiles lagos de las riberas del Amazonas y algunos tributarios más grandes, que a la llegada de los europeos hace casi 500 años albergaban una abundantísima fauna silvestre que servía de alimento a una densa población indígena, ahora aparecen cubiertos de vegetación flotante y vacíos de peces y de grandes herbívoros. Los manatíes, junto con otros animales, fueron cazados de forma inmisericorde para abastecer de carne a los barcos caucheros y a las pujantes ciudades amazónicas. La extirpación de la megafauna es un drama no muy aparente a la vista, pero que afecta la salud de millones de hectáreas de bosques inundables amazónicos, y provoca pobreza y desnutrición crónica entre la población indígena.


Río Yanayacu, repleto de vegetación flotante © Pepe Álvarez

Más tarde, en asamblea con toda la comunidad de San Juan de Yanayacu, le explico adon Jorge y a los demás moradores que el manatí es un animal muy beneficioso para el ecosistema y para ellos, porque se come hasta 40 kg diarios de huama y otras plantas acuáticas, y ayuda a librar las cochas y quebradas, y a fertilizar sus aguas para que los peces y otros organismos puedan alimentarse. Los habitantes más antiguos de la comunidad confirman que en el pasado el río Yanayacu no se cerraba de vegetación, como ahora, y tenía muchos más peces, y deducen que era porque había bastantes manatíes que lo mantenían limpio. Hoy esos prados flotantes dificultan enormemente el acceso de los botes al pueblo y a los albergues turísticos de la zona.

Trampas letales

La trampa tradicional para cazar paiches en la selva, llamada ‘tapaje’ o ‘pari’, funciona de la forma siguiente: en un lugar donde la cocha o el brazo de río se hacen más estrechos, se instala una barrera de palos duros con una sola abertura estrecha, de modo que los animales, para poder movilizarse de un lugar a otro, tienen que forzar su paso por la abertura, encima de la cual colocan la lanza de madera dura, muy pesada, provista en algunos casos con una punta de acero. Cuando el animal intenta pasar, suelta un disparador que hace caer la lanza sobre el pobre animal.

Trampa del manatí en un brazo de la cocha Purura, donde murió el último manatí © Pepe Álvarez

El uso de redes para la pesca del paiche ha dejado en desuso los ‘tapajes’, pero ya tarde, cuando ya estos animales son muy escasos y han sido extirpados de la mayor parte de las cuencas amazónicas. El manatí amazónico o ‘vacamarina’ (Trichechus inunguis), con casi 400 kg y hasta 2,8 m de largo, es el más grande de los mamíferos amazónicos. Pertenece a la familia de los Sirénidos (aquellos que han dado origen al mito de las sirenas) y vive en los lagos y caños de los ríos amazónicos, alimentándose de la abundante vegetación acuática. Esta característica lo convierte en el jardinero de los lagos amazónicos, pues ayuda a controlar la excesiva proliferación de plantas acuáticas y a mantener productivos los lagos amazónicos.

La lentitud de sus movimientos, su extrema mansedumbre, y la necesidad que tiene como mamífero de salir a respirar a la superficie cada 30 o 40 minutos, han convertido al manatí en una presa fácil para los cazadores. El manatí, muy abundante en el pasado, ha sido perseguido inexorablemente en tiempos históricos para abastecimiento de campamentos caucheros, de ciudades y barcos. Esto, unido a la baja tasa reproductiva del manatí (las hembras se reproducen por primera vez a los cuatro años, y subsiguientemente sólo cada tres o cuatro años) la han llevado al borde de la extinción. Hoy es especie protegida por la ley en todos los países amazónicos, pero los cazadores furtivos continúan cazando vacamarinas ocasionalmente.


Manatí amazónico © Doug Perrine

La población original de manatíes amazónicos, de acuerdo con los relatos de los primeros exploradores, probablemente se ha reducido en más del 99 %. La ONG ACOBIA, con apoyo del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana y otras organizaciones, opera un centro de rescate del manatí en Iquitos, donde recupera crías mantenidas en cautividad para reintroducirlas a su ambiente natural. Ya han sido liberados ocho ejemplares en la Reserva Nacional Pacaya-Samiria, con gran éxito. La recuperación de las poblaciones originales será una tarea de décadas, pero no queda otra opción, si queremos recuperar la salud de los lagos y ríos amazónicos.




José Álvarez, ornitólogo leonés afincado en la Amazonía peruana desde 1983, ha descubierto para la ciencia seis especies de aves. En esta crónica nos explica la importancia de la vacamarina, el manatí amazónico, en los bosques tropicales, a través de los testimonios de las comunidades indígenas, con las que tanto ha trabajado para salvaguardar su cultura y su entorno.

Vocabulario Fundamental. Energía (4) Alerta Amazónica – Pueblos acorralados por el gas

“Muchas, muchas personas murieron. La gente moría por todas partes, como les ocurre a los peces después de envenenar el arroyo. Dejaron que la gente se pudriera por las riberas del río, en la selva y en sus casas. ¡Esa terrible enfermedad!”. 
Tomás, hombre nahua sobre efectos de la incursión de Shell en la reserva Nahua-Nanti, Perú.

Nos acercamos de la mano de dos documentales del colectivo Alerta Amazónica y de un artículo de Survival International a la Amazonia peruana donde la expansión de un proyecto gasístico de compañías petroleras como la argetina Pluspetrol, la norteamericana Hunt Oil (EE.UU.) y la española Repsol amenaza aún más la supervivencia de los distintos pueblos indígenas que viven en en esas áreas. Ya el comienzo de las extracciones gasísticas y petrolíferas hace más de veinte años trajo a algunos de estos pueblos como los nahua la muerte, la alienación, el desastre ambiental y la destrucción de sus modos de vida tradicionales. Ahora las concesiones gubernamentales para más prospecciones han aumentado y con ellas la amenaza que se cierne sobre estas comunidades y los ecosistemas donde viven. 



Alerta Amazónica – Pueblos acorralados por el gas


Las comunidades matsiguengas, nahuas, ashaninkas y yine yami que viven a orillas del río Urubamba, en el corazón de la Amazonía peruana, se ven intervenidas por las operaciones de las compañías petroleras que modifican las condiciones de vida de manera irreversible. El documental reflexiona sobre la degradación ambiental, los impactos invisibles pero persistentes, así como la erosión cultural de los pueblos amazónicos. Una insistente investigación que apunta especialmente la estrategia corporativa de Repsol por ocultar los impactos así como su penetrante estrategia de relacionamento comunitario que fragmenta las comunidades afectadas por los lotes 56, 57 y 88 que gravitan entorno a Camisea.

Un documental del colectivo Alerta Amazonica. Perú 2013.

Guión, dirección y edición: Marc Gavaldà
más información: alertamazonica.wordpress.com



Desastre para los indígenas aislados: Perú aprueba la expansión de Camisea

Survival International 27 enero 2014

Los indígenas aislados nantis podrían resultar diezmados por los planes de detonar miles de cargas explosivas y de permitir a cientos de trabajadores adentrarse en su tierra.

© Anon/ Survival

Perú ha aprobado la polémica expansión del proyecto de gas de Camisea en la tierra de tribus amazónicas no contactadas, pese a la indignación internacional generada por los planes de ampliación, la dimisión de tres ministros y la condena de Naciones Unidas y de otras organizaciones internacionales de derechos humanos.

El Ministerio de Cultura peruano, a quien corresponde la protección de la población indígena del país, ha aprobado los planes de las faraónicas compañías petroleras Pluspetrol (Argentina), Hunt Oil (EE.UU.) y Repsol (España) para detonar miles de cargas explosivas, perforar pozos exploratorios y permitir la entrada de cientos de trabajadores a la Reserva Nahua-Nanti, ubicada a solo 100 km de Machu Picchu.

La expansión podría diezmar a las tribus no contactadas que habitan en la reserva, dado que cualquier contacto entre los trabajadores del gas y los indígenas podría resultar en la propagación de enfermedades o epidemias frente a las que los indígenas apenas tienen inmunidad.

La misma Pluspetrol reconoce el devastador impacto que la expansión podría tener. En su “Plan Antropológico de Contingencia” la empresa determina que cualquier enfermedad transmitida por los trabajadores podría causar “prolongados periodos de enfermedad, muertes masivas y, en el mejor de los casos, largos procesos de convalecencia”. Por todo el mundo se han desarrollado protestas contra la expansión del proyecto de gas de Camisea en la selva amazónica peruana.

Cuando el gigante petrolero Shell inició sus exploraciones en la zona, llevó a la muerte a casi la mitad de la tribu nahua. Un hombre nahua lo recuerda: “Muchas, muchas personas murieron. La gente moría por todas partes, como les ocurre a los peces después de envenenar el arroyo. Dejaron que la gente se pudriera por las riberas del río, en la selva y en sus casas. ¡Esa terrible enfermedad!”

El proyecto viola la legislación nacional peruana y el derecho internacional, que requieren el consentimiento sobre cualquier proyecto que se lleve a cabo en tierras indígenas. El año pasado se desarrollaron protestas internacionales para frenar la expansión de Camisea, y más de 131.000 simpatizantes de Survival enviaron un mensaje al presidente de Perú, Ollanta Humala, exhortándolo a detener el proyecto de hidrocarburos en tierra de indígenas no contactados. Survival International ha entregado hoy un listado con las miles de firmas recabadas en la embajada de Perú en Londres.

Como resultado de la campaña de alto impacto para detener la ampliación desarrollada por la organización Survival International, las organizaciones locales AIDESEP, FENAMAD, COMARU, ORAU y otras, se han evitado las pruebas sísmicas en las orillas de los ríos y la ubicación de un pozo se ha trasladado fuera de la tierra de una tribu aislada.

El director de Survival International, Stephen Corry, dijo hoy: “Hace treinta años los trabajadores de prospecciones del depósito Camisea penetraron en lo profundo del territorio del pueblo nahua y poco después la mitad de la tribu resultó aniquilada por la gripe y enfermedades similares. ¿Es que el Gobierno peruano no ha aprendido nada de su historia y está dispuesto a arriesgarse a que esto suceda de nuevo en beneficio de unos pocos pozos de gas?”

Vocabulario Fundamental. Infancia (18) El triste destino de los niños indígenas

El pasado 20 de noviembre se celebraba el Día Internacional de la Infancia y bueno, aunque no pudimos publicar este post en esa fecha oficial, es evidente que eso es lo de menos cuando se trata de recordar a algunos de los niños más desvalidos y menos tenidos en cuenta por nuestras sociedades depredadoras, los niños de los pueblos indígenas, cuyos pueblos han sido acosados y arrancados del modo de vida ancestral que les ha permitido vivir durante siglos en su medio natural, de forma digna y de acuerdo a sus usos y costumbres tradicionales. Es por ello que hemos incorporado a nuestra web un reportaje de Survival International sobre ellos, los pequeños indígenas que aún sobreviven en el mundo y deberían ser el futuro de sus pueblos y que cada vez más son abocados a un destino desdichado, de drogas, desarraigo y alienación, que en demasiadas ocasiones les lleva a terminar con su vida.


Los niños indígenas abocados al suicidio y la adicción

Con motivo del Día Internacional de la Infancia, que se celebra el 20 de noviembre, una nueva fotogalería de Survival International destaca los alarmantes niveles de suicidio y el desmoronamiento social entre los niños y las niñas indígenas cuyas tierras les han sido arrebatadas. Desde la selva húmeda de la Amazonia hasta la tundra siberiana, los niños indígenas son los herederos de las lenguas, formas de vida y el conocimiento ambiental únicos de sus pueblos. Sin embargo, a lo largo de siglos estas tierras han sido taladas, minadas y quemadas y a los indígenas de estos territorios rara vez se los consulta, y con frecuencia se los expulsa. A menudo la pérdida y la destrucción de sus tierras se encuentran en la raíz del sufrimiento de los niños. La mortalidad infantil, la adicción y el suicidio juveniles (así como enfermedades crónicas y una esperanza de vida reducida), son algunas de las consecuencias de intentar asimilar forzosamente a los pueblos indígenas y sus hijos en las culturas dominantes.

Survival revela nuevas cifras impactantes que muestran que la diabetes tipo 2 afecta a niños innus del noreste de Canadá. El estilo de vida de los innus era el propio de los cazadores nómadas, pero desde que se los presionó para instalarse en asentamientos fijos a mediados del siglo XX, las tasas de suicidio, adicción y diabetes se han disparado. Nuevos hallazgos también muestran que el exceso de caza en la selva de los pigmeos bakas, en la cuenca del Congo, ha traído como consecuencia deficiencias proteínicas entre sus niños. También señalan que en la República del Congo los comerciantes contratan a niños pigmeos para limpiar letrinas a cambio de pegamento para inhalar. 

La galería de Survival explora cómo las niñas de la tribu más amenazada de la Tierra, los awás de Brasil (uno de los últimos pueblos indígenas nómadas del país) aprenden a recolectar bayas para hacer jugo de açaí desde una edad temprana, y cómo los jóvenes bosquimanos en el sur de África aprendían a cazar con arcos y flechas de juguete. Pero la supervivencia de la tribu está en riesgo ya que su selva está siendo talada más rápido que cualquier otra zona indígena en Brasil, abocando a los awás al borde de la extinción; también los bosquimanos están siendo empujados fuera de su tierra ancestral por el Gobierno de Botsuana.

El director de Survival, Stephen Corry, dijo hoy: “Mientras celebramos la extraordinaria diversidad de la vida tribal en el Día Internacional de la Infancia, no debemos olvidar que su sola existencia está bajo amenaza. A menos que los gobiernos protejan los derechos de los pueblos indígenas a su tierra y autodeterminación, sus hijos se enfrentan un futuro incierto y desalentador”.

La mayoría de los pueblos indígenas tienen una visión extensa de la vida: toman en cuenta en sus decisiones diarias la salud futura del ambiente y el bienestar de las generaciones sucesivas. Si pretendemos que las vidas de los niños indígenas de hoy sean incorruptibles por la opresión, la explotación y el racismo, los gobiernos y empresas que actualmente violan sus derechos deben adoptar un marco de pensamiento igualmente sustentable y ver más allá de las ganancias políticas y comerciales inmediatas.

La problemática de los pueblos indígenas se está impulsando cada vez más en esferas políticas y culturales. Pero aún siguen siendo vulnerables, en buena parte porque sus tierras aún son codiciadas. Su necesidad urgente es que personas de todo el mundo se unan al movimiento de Survival y ayuden en su incansable lucha para que estos sean vistos como iguales. Un mundo en el que los niños indígenas sean libres de vivir junto a sus familias en sus propias tierras del modo que elijan es su prerrogativa. Para lograrlo hay que partir del reconocimiento de dos derechos humanos fundamentales: el derecho al territorio y a la autodeterminación.

No estamos aquí por nosotros. Estamos aquí por nuestros hijos y los hijos de nuestros nietos.
Bosquimano de Botsuana.


Awás (Brasil)

En la frondosa selva de la Amazonia brasileña, se enseña a sobrevivir desde temprana edad a los hijos de los indígenas awás. Los niños juegan con arcos y flechas en miniatura para aprender las habilidades de un cazador exitoso. Las niñas aprenden cómo recolectar frutas y hacer jugo de açaí. Todos los niños desarrollan un conocimiento enciclopédico de la selva que los rodea.


Este conocimiento, sin embargo, está en peligro. La selva de los awás está desapareciendo a una velocidad más rápida que cualquier otra zona indígena en Brasil: cerca del 30% de una reserva awá legalmente protegida ya ha sido talada por los madereros y ganaderos. «Los foráneos están viniendo y es como si nuestra selva estuviera siendo engullida», dijo Takia, un hombre awá. Los awás no contactados y sus hijos son particularmente vulnerables a las fuerzas externas: un resfriado común podría matar a toda una comunidad ya que los indígenas aislados tienen poca resistencia frente a las enfermedades que vienen de fuera.

Guaraníes (Brasil)

Se cree que los guaraníes de Brasil fueron uno de los primeros pueblos en ser contactados después de que los europeos llegaran a Sudamérica. Una vez habitaron una extensión de bosques y llanuras en Brasil de casi unos 350.000 kilómetros cuadrados. Hoy en día, tras haber perdido la mayoría de su territorio, viven hacinados en pequeñas parcelas de tierra y rodeados de ganaderos y vastos campos de soja y caña de azúcar. Algunos no tienen ninguna tierra y viven en campamentos junto a los bordes de las carreteras.

En los últimos 30 años más de 625 indígenas guaraníes se han suicidado. La mayoría de las víctimas tienen entre 15 y 29 años de edad, pero la víctima más joven de la que se tiene registro tenía solo 9 años.

«Los guaraníes se están suicidando porque no tenemos tierra», dijo un hombre guaraní. «Antes éramos libres; ahora ya no somos libres. Por eso nuestros jóvenes miran a su alrededor y piensan que no queda nada. Se sientan y piensan, olvidan, se pierden y al final se suicidan.»

Bosquimanos (Botswana)

Crecí cazador, dijo Roy Sesana. No puedo leer libros, pero sé cómo leer la tierra y los animales. Todos nuestros niños lo saben.

Los bosquimanos son los habitantes originarios del sur de África. Por miles de años han desarrollado prácticas de caza que les han permitido satisfacer las necesidades de la comunidad sin destruir el entorno local.

A los niños pequeños se les daban arcos y flechas de juguete para cazar ratas y pequeños pájaros y se les enseñaba a matar liebres saltadoras o a hacer mantas con las pieles de gacelas oryx. Las niñas, desde una edad tan temprana como los 5 años, ayudaban a sus madres a recolectar plantas, bayas y tubérculos. Niños y niñas aprendían a ser tanto humildes como valientes y se les enseñaba que la generosidad era admirable y el egoísmo algo a rechazar.

Hoy en día, sin embargo, tras las expulsiones forzosas de sus terrenos de caza en la Reserva de Caza del Kalahari Central (CKGR según sus siglas en inglés), muchos niños bosquimanos viven en miserables campos de reasentamiento a los que llaman “campos de la muerte”, en los que prolifera el SIDA y donde una vida privada de la caza y de rituales tradicionales arraigados en el tiempo fomenta la depresión y el alcoholismo.

Los hijos de los bosquimanos solo pueden entrar libremente a la reserva hasta los 16 años de edad. Después, tal y como le sucede al resto, solo se les admite con permisos de un mes de duración. En septiembre de 2013 Survival International lanzó un boicot turístico a Botsuana por los continuos intentos de forzar a los bosquimanos a salir de su tierra ancestral en la Reserva de Caza del Kalahari Central, mientras promueve la reserva como un destino turístico y utiliza imágenes de los bosquimanos y de sus hijos en su material promocional. A menos que a todos los bosquimanos se les permita regresar sin impedimentos a sus tierras ancestrales, sus hijos no heredarán las formas de vida únicas de sus bisabuelos sino una vida de dependencia, desesperación y enfermedad, dice Stephen Corry, director de Survival.


Yanomamis (Brasil)

Los niños yanomamis de la Amazonia brasileña aprenden a “leer” las huellas de los animales, utilizan la savia de las plantas como veneno y trepan por los árboles amarrando sus pies con lianas. «En aquellos días mi madre siempre me llevaba con ella a la selva para buscar cangrejos, peces con timbó o recolectar frutos silvestres», dice Davi Kopenawa, portavoz del pueblo yanomami. También solía ir con ella a los campos cuando necesitábamos cosechar yuca, plátanos o cortar leña. A veces, los cazadores también me llamaban de madrugada cuando iban a salir hacia la selva. Así es como crecí yo en la selva.

En los últimos años ha habido informes alarmantes de que las adolescentes y jóvenes yanomamis han sido víctimas de abuso sexual por soldados del ejército brasileño. Tras haber sido engatusadas con regalos de comida y alcohol, el abuso sexual ha derivado en embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual como la gonorrea y la sífilis. Cuando el ejército llegó, empezaron a molestar a los indígenas, dijo Davi Kopenawa. Pidieron a las mujeres que durmieran con ellos y les dieron comida de arroz y harina. Ellos usaban a nuestras indígenas. Ahora están enfermas. Los soldados les han transmitido enfermedades.; las mujeres están enfermas de gonorrea y sífilis.

Pigmeos (Congo)

En la cuenca del Congo una madre “pigmea” lleva consigo a su bebé mientras recolecta plantas silvestres y nueces en la selva. Por décadas los pigmeos han sido víctimas del despojo de sus tierras en el nombre de la conservación y también han sufrido de las consecuencias de la minería, la tala de madera y la producción de aceite de palma. Actualmente hay planes para explotar hierro y otros minerales en la región fronteriza entre Camerún y el Congo. Esto traerá la irrupción de un ferrocarril y una gran afluencia de obreros que destruirán de los medios de vida de miles de pigmeos bakas.

La salud de muchos bakas, mbendjeles y otros niños pigmeos de muchas regiones ha sufrido distintos problemas tras la sedentarización, debido a una nutrición deficiente, por ejemplo, y a la alta incidencia de enfermedades contagiosas. Cazar en la selva húmeda de África Central se está volviendo cada vez más difícil debido al exceso de caza (como consecuencia de la demanda de carne de animales salvajes en los campamentos madereros y en ciudades de toda la región) y a la confiscación por parte de las autoridades de carne de animales salvajes cazados legalmente en muchos de los parques nacionales de la zona.

En la República del Congo algunos niños pigmeos mbendjeles también están siendo empleados por inmigrantes comerciantes para limpiar letrinas. A menudo su único pago consiste en pegamento para inhalar.

Innus (Canadá)


El noreste de Canadá es una explanada subártica de tundra, lagos y bosques. Hasta la segunda mitad del siglo XX, los innus vivieron aquí como cazadores nómadas que dependían principalmente del pastoreo de caribúes que migraban a través de su tierra cada primavera y otoño.


Sin embargo, durante las décadas de 1950 y 1960, los innus fueron presionados por el Gobierno canadiense y la Iglesia católica para establecerse en comunidades fijas. El despojo del lugar que ellos llaman “Nitassinan” condujo al desempleo, a problemas crónicos de salud como la diabetes y a niveles alarmantes de suicidio e inhalación de gasolina entre los niños innus.

Al preguntar a los jóvenes innus cómo se sienten al crecer en los asentamientos, responden una y otra vez: nos hace avergonzarnos de ser innus.

(La imagen muestra al niño innu Davis Inlet, en Canadá)

La inhalación de pegamento también es un problema serio entre niños y adolescentes innus; la obesidad y la diabetes están igualmente generalizadas. Los niños y jóvenes innus de entre 10 y 18 años están siendo diagnosticados de diabetes tipo 2, una enfermedad occidental que solo se desarrolló luego de que los innus fueran presionados para establecerse en comunidades fijas. La diabetes tipo 2 fue en su momento un factor de riesgo extendido entre personas mayores de 40 años. Ahora muchos jóvenes innus son diagnosticados a comienzos de la veintena. Los expertos médicos consideran que los jóvenes con diabetes tipo 2 tienen el doble de riesgo de morir en comparación con quienes padecen diabetes tipo 1, y en menor tiempo.


Yo recuerdo que, cuando era niño, hace unos quince años, aquí no había diabetes ni cáncer. «Nuestros abuelos cazaban y se alimentaban de forma saludable con los productos de la tierra», explica Michel Andrew, un hombre innu de Sheshatshiu. La diabetes ha alcanzado proporciones de epidemia en las comunidades indígenas y pone su misma existencia en riesgo.


Penanes (Malasia)

Los penanes, del estado malasio de Sarawak, llevan bloqueando la presa de Murum desde septiembre, pidiendo mejor compensación y más tierras. La presa inundará el hogar tradicional en la selva de las tribus penanes y kenyahs.

En noviembre de 2013 ocho penanes, incluido un niño de unos 13 años, fueron arrestados en el emplazamiento de la presa y llevados en custodia por la policía. Otros dos penanes, incluido un niño con cerca de 16 años, fueron detenidos cuando intentaban visitar a sus familiares en la estación de policía.






Chakmas y Jummas (Bangladesh)


© David Brunetti / davidbrunetti.com/

Una madre chakma en Bangladesh coloca a su hijo recién nacido en un cesto tradicional llamado dhulon, y le canta nanas o canciones de cuna conocidas como olee daagaanaa.

Desde que Bangladesh se independizó de Pakistán en 1971, el pueblo indígena jumma de las Chittagong Hill Tracts, en la montañosa región sureste, ha soportado algunas de las peores violaciones de derechos humanos en Asia.

Amables, compasivos y tolerantes con otras religiones, los jummas se diferencian étnica y lingüísticamente de la mayoría bengalí. Hoy en día, los jummas también son uno de los pueblos indígenas más perseguidos. La brutalidad sexual ejercida contra las niñas y mujeres jummas es abrumadoramente alta. La violación a menudo presenta un subregistro debido al estigma social. Desde los inicios de 2013 ha habido al menos once casos registrados de violencia sexual cometidos por colonos bengalíes contra niñas jummas. De ellos, siete incluyen a niñas de menos de 16 años.

Se ha hecho poco para perseguir a los perpetradores de estos crímenes, dice Sophie Grig de Survival International. Esto deja a las mujeres y niñas jummas en una posición altamente vulnerable mientras sus atacantes actúan con impunidad.

Vocabulario Fundamental. Extinción (9) Korubos y sentineleses: morir matando

En esta nueva entrada sobre las extinciones de nuestros tiempos ponemos foco sobre dos pueblos indígenas que han decidido plantar cara a su desaparición, enfrentándose con armas primitivas pero espíritu indomable a la marea civilizadora que todo lo engulle. Los Korubo, o “d’slala” (como se autodenominan) cuyas últimas poblaciones aún sobreviven en lo más profundo de la selva amazónica brasileña y los sentineleses, perdidos en una isla del archipiélago indio de Andamán, en el Golfo de Bengala, tienen razones sobradas para desconfiar del extraño civilizador.

Para conocerlos mejor integramos en nuestro post la entrada Korubo y Sentineleses: morir matando del muy recomendable blog Una antropóloga en la Luna. En ella la autora nos descubre por qué estos dos pueblos indígenas no han tenido otro remedio que defender su supervivencia a la fuerza pues han sido masacrados durante décadas por quienes ambicionan sus tierras y recursos.

A su entrada adjuntamos algunas imágenes y el documental Korubo, morir matando, del que habla la autora en su post y que fue programado por La2. En este gran documental de Luis Miguel Domínguez (asiduo en nuestro blog) es el primero realizado sobre estos indómitos indígenas amazónicos que habitan el Valle del Javarí (entre Colombia, Perú y Brasil) conocidos como «aplastacabezas» por tener la simpática costumbre de desfigurar a golpes la cabeza de sus enemigos con unos grandes palos de los que no se separan, pues piensan que en ella residen los malos espíritus (lo que tiene cierto sentido).

El naturalista madrileño, junto a su gran amigo Sydney Possuelo (de la FUNAI, Fundación Nacional del Indio) lograron contactar con los d’slala curando la malaria de su reina. En los nueve días que pudieron convivir con ellos descubrieron, tras vencer los primeros recelos, unas gentes afables, familiares y perfectamente adaptadas a la vida en la selva, que han sido perseguidas y arrinconadas durante décadas por buscadores de oro, madereros y compañías petrolíferas que ambicionan los tesoros de las tierras donde llevan siglos viviendo y a los que, como los sentineleses, no les ha quedado más remedio que defenderse, a muerte, de la extinción.



Korubo y Sentineleses: morir matando



Los Korubo

Mientras los reporteros se encontraban en uno de estos puestos de control de la Fundación Nacional del Indígena (Funai), situado entre los ríos Itaqui e Itui, a la espera de acercarse a los korubo, oyeron unos desgarradores gritos de socorro.

«La tranquilidad se rompió. Varios miembros de esta tribu aparecieron de forma repentina pidiendo ayuda para su reina, Maia, de la que decían que estaba en trance de muerte» relata Carmelo Encinas, director del canal de televisión Localia y miembro de la expedición.

Luis Miguel Domínguez (responsable de series documentales como Vietnam, vida tras la muerte, Amazonia, última llamada), Sydney Possuelo (jefe del centro de control) y una enfermera salieron en su ayuda. Emprendieron la marcha hacia el poblado, que se reduce a una maloca, cabaña de 140 metros cuadrados en la que viven unas 20 personas. Allí encontraron a Maia inconsciente. La reina de la tribu padecía un ataque muy fuerte de malaria.

Tras una larga caminata por la selva y una hora de navegación llegaron al centro de control, donde Maia fue atendida por la enfermera Maria das Gracias: “Yo no tengo al cien por cien ganada la confianza. Nadie tiene la plena confianza de los Korubo. Porque a ellos les cuesta confiar en los blancos. Yo tengo más dificultades para explicar a los míos, a los blancos, esta nueva situación, que a los Korubo. Porque ellos confían en los blancos desarmados y que se quedan aquí, que se dedican a ellos. Sin embargo en la sociedad blanca, por más que les explicas sólo piensan: nos abandona para vivir con los asesinos, que así es como se ven a los Korubo”

Los Korubo son conocidos como “caceteiros” (golpeadores) por sus largos palos que llevan siempre consigo para defenderse, y como los aplastacabezas: «Tienen la costumbre de machacar las cabezas de sus víctimas hasta desfigurarlas porque así alejan los espíritus de los enemigos», explica Encinas. Como otras muchas tribus, han tenido innumerables y sangrientos enfrentamientos con los madereros y buscadores de oro, de los que han tenido que defenderse después de sufrir continuas masacres que diezmaron drásticamente su población.

De acuerdo con la Funai, el registro más antiguo de una masacre de los Korubo está fechado en 1928, cuando más de 40 Korubo murieron. A fines del siglo XIX y principios del XX, comenzó la explotación económica al interior del Valle del Javari con la extracción del caucho. Muchos indios fueron obligados a trabajar en esta actividad como esclavos.

La expansión de la actividad maderera desde los años 50 hizo que el ejército los reprimiera duramente en favor de los empresarios. En la década de los años 70, un área considerable del interior del Valle estaba ocupada por ribeirinhos (poblaciones pescadoras de las márgenes de los ríos), quienes explotaban la mano de obra de los “indios dóciles” y exterminaban a aquellos grupos que demostraban resistencia, o “indios bravos” como los korubo.

Por si fuera poco, durante el mismo período, Petrobrás (empresa brasileña de generación de energía) inició una investigación de prospección sísmica, caracterizada por raleos en la selva y explosiones, obligando a los grupos aislados, entre ellos los Korubo, a dispersarse. Parece que a partir de entonces, decidieron que la única manera de sobrevivir era defenderse: morir matando, provocando la muerte a varios funcionarios, en respuesta a otros ataques y muertes perpetradas a sus miembros (en una ocasión mediante harina envenenada).

Mirándolo así, parece que la fama debería ser de “insubordinados” y no tanto de asesinos. Pero para ellos incluso el nombre korubo les parece despectivo: “A sí mismos no se llaman Korubo, sino “d’slala”, (el pueblo pescador). Mucha gente se pregunta por la esperanza de estos pueblos mal llamados primitivos. Pero son personas bien alimentadas y perfectamente integradas en su medio natural, ¿todos pueden decir lo mismo? Hoy cuatro hombres han pescado a mano, sin esfuerzo, 60 kilos de pescado para todos los miembros de su pueblo, a disfrutar a partes iguales” relata Luis Miguel Domínguez en el documental.

La recuperación de Maiá allanó el camino e hizo que los korubo, pese a su carácter hostil y receloso, abrieran a los reporteros las puertas de su pequeña aldea. «Antes de ir sabíamos que podíamos volver sin ninguna imagen. Era un gran riesgo, pero hemos tenido la suerte de haber filmado por primera vez a miembros de esta tribu», dice Encinas.

Durante los nueve días que estuvieron con los korubo se mostraron afables y les permitieron grabar imágenes inéditas, como la pesca de una mortal anguila eléctrica, la caza de monos y otras muchas habilidades para subsistir en la Amazonía, manteniendo siempre un gran respeto por la naturaleza: “Los d’slala recorren con sumo cuidado la playa alta donde las tortugas hicieron su puesta. Con los talones palpan el lecho hueco del ribazo, y cogen solo un 5% de los huevos que cada tortuga sembró. Después tapan de nuevo el nido. Hay que cuidar el mañana y estos cazadores recolectores no reconocen el verbo “esquilmar” No van a traicionar a la naturaleza que les da la vida.” explican en el documental. De esta historia surgió un gran documental, de calidad, pero sobre todo muy humano: “Los Korubo: morir matando” de Luis Miguel Domínguez.

http://vk.com/video_ext.php?oid=197564815&id=164536620&hash=20fc333637506e8a&hd=1
Los Sentineleses

Los sentineleses viven en su pequeña isla, Sentinel del Norte, en el archipiélago indio de Andamán, en el golfo de Bengala. Son una de las etnias indígenas andamanesas. Se cree que estos pueblos viajaron desde África hace unos 60.000 años. Desde entonces han vivido prácticamente sin contacto con otros pueblos, lo que les convierte en una de las etnias más aisladas y particulares del mundo y también una de las más hostiles. Ya en el siglo XIII, Marco Polo escribió sobre ellos: “si un extranjero llega a sus tierras lo matan inmediatamente y acto seguido se lo comen”.

Hoy por hoy, continúan resistiéndose a cualquier contacto con foráneos, atacando a cualquiera que se acerca. No es extraño esta actitud, ya que a finales de los 80 y principios de los 90, rescatadores de naufragios armados acudieron a Sentinel del Norte para recuperar hierro y otros restos de un naufragio, asesinando a muchos sentineleses. «Los sentineleses viven bajo el terror constante a los cazadores furtivos fuertemente armados. Sólo se estaban defendiendo con arcos y flechas y piedras de la única manera que ellos conocen.» RK Tiwari, padre de Pandit Tiwari, que murió a manos de los sentineleses.
En un censo parcial de 2001 se contaron 39 personas, aunque se cree que rondaban las 250. Algunas estimaciones daban hasta 500 individuos. (Nada sorprendente, teniendo en cuenta que sus vecinos los Granandameses pasaron de ser de 5000 miembros a sólo 41 después del «contacto») No hay nadie que hable su lengua fuera de su comunidad, o que sepa siquiera cómo se denominan a sí mismos. Cazan y recolectan en la selva, y pescan en las aguas costeras de su isla. Viven en grandes casas comunales con múltiples hogares y utilizan canoas con batanga para navegar por el mar.

Son muy escasas las ocasiones en que se han dejado ver ante las cámaras. Les vimos en los titulares de todo el mundo debido al tsunami de 2004 cuando un miembro de la tribu fue fotografiado mientras disparaba flechas a un helicóptero. En los años 90, embarcaciones indias se acercaron a sus costas y grabaron uno de los pocos contactos que se han tenido con esta tribu, visitas amistosas en las que les dejaban cocos de regalo. La mayoría de las veces, los sentineleses se limitaron a disparar sus flechas contra el barco; sólo en contadas ocasiones aceptaron el regalo. El Gobierno indio ha realizado varios intentos fallidos de establecer contacto “amistoso” con los sentineleses. El contacto con la tribu habría tenido, con casi total seguridad, consecuencias catastróficas, ya que su aislamiento les hace muy vulnerables a enfermedades contra las que no tienen inmunidad.

El Gobierno ahora dice que no volverá a intentar contactarles. Pero desde que las aguas cercanas a la costa de la reserva jarawa han sido tan utilizadas por los furtivos, estos pescadores ilegales ahora se están moviendo hacia las aguas que rodean Sentinel del Norte. En 2006 miembros de los sentineleses mataron a dos pescadores que se habían acercado a su isla, de manera ilegal ya que está prohibido aproximarse a menos de cinco kilómetros a la isla. El trágico incidente evidenció la ineficacia del Gobierno de la India en la protección y defensa de los derechos territoriales de todos los pueblos indígenas de las Islas Andamán. 

Según las informaciones de la Asociación para los Pueblos Amenazados (APA), el gobierno indio espera poder proteger mejor a los habitantes de las costas de posibles catástrofes naturales o maremotos aprendiendo y estudiando los sistemas de alerta tradicionales de los pueblos indígenas. Mientras en el archipiélago de Andaman y Nicobar murieron miles de personas en el tsunami de diciembre de 2004, parece que el número de los muertos entre las poblaciones indígenas fue sensiblemente menor. Todo indica que los indígenas supieron interpretar correctamente la retirada del mar antes de la primera ola, el griterío de los pájaros y otros fenómenos naturales extraordinarios y hayan buscado refugio.


En Tailandia e India, donde los indígenas siempre han sido discriminados por ser «primitivos», la sorpresa ahora es grande pues resulta que los conocimientos tradicionales pudieron más que los del «mundo moderno». Se espera que desde ahora en adelante se tome en serio a los pueblos indígenas y a sus profundos conocimientos de la naturaleza.

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Vocabulario Fundamental. Infancia (8) Infancia indígena

«En cada continente, desde las verdes profundidades de la cuenca amazónica hasta los extremos helados de la tundra ártica, los niños que crecen en comunidades indígenas aprenden las habilidades y valores que durante generaciones han hecho posible la supervivencia de sus pueblos.»

En esta entrada homenajeamos algunas de las otras infancias -ni mejores ni peores, sólo distintas a las nuestras- que en el mundo son. A través de las bellas imagenes publicadas por Survival nos acercamos a las infancias de los pueblos indígenas que aún subsisten en algunos lugares del mundo, a pesar de los gobiernos y empresas que codician la tierra y los bosques en los que viven y para los que sólo son un estorbo más a quitarse de encima. Mientras, ellos aún juegan (y trabajan) en sus comunidades como siempre han hecho allí los niños.

«Estamos aquí por nuestros hijos»

En Mongolia, a los niños tsaatanes se les enseñan las ancestrales habilidades para el pastoreo de sus padres agrupando a los renos en las praderas.


Los niños bosquimanos reciben arcos y flechas de juguete para que cacen ratas y pequeñas aves, y se les enseña cómo matar liebres o hacer mantas con la piel de un oryx. A los cinco años, las niñas ya ayudan a sus madres a recolectar plantas, bayas y tubérculos. Los pequeños aprenden a ser valientes pero humildes, y se les enseña que la generosidad es motivo de admiración y que el egoísmo no gusta. (En la imagen, niños bosquimanos, Botsuana).Al igual que otros niños indígenas, los jóvenes mokenes aprenden a “leer” la naturaleza a través de la experiencia y la observación. Han desarrollado una habilidad única para enfocar la vista bajo el agua, lo que les permite sumergirse para buscar comida en el lecho marino. (En la imagen, niños mokenes en las islas Surin, Tailandia).Bajo el cielo gris oscuro, entre las hierbas y los árboles de espinas del valle del Omo, en Etiopía, un chico del pueblo indígena bodi lleva a su cabra en brazos. Las tribus que habitan en las riberas del bajo Omo han desarrollado prácticas agrícolas que se adaptan intrincadamente a los ciclos de la crecida del río, y usan el rico cieno que las aguas depositan en las orillas al retirarse para cultivar diversos productos. (En la imagen, un niño bodi, Etiopía)


Los niños yanomamis aprenden a “leer” las huellas de los animales, usan la savia de las plantas como veneno y trepan a los árboles atando sus pies con lianas. Las niñas, por su parte, ayudan a sus madres a cultivar productos como la mandioca o yuca en sus huertos, llevar agua desde los ríos y cocinar en el “yano” comunal. Todos los niños aprenden que compartir es un pilar fundamental de la vida social y las decisiones de la comunidad se adoptan por consenso. (En la imagen, niño yanomami, Brasil).

Es posible que en el futuro los niños penanes se vean en la indigencia, si el Gobierno de Malasia no pone fin a todos los proyectos que se llevan a cabo en sus territorios sin el consentimiento de los indígenas. (En la imagen, niña penan en una barca de juncos, Sarawak, Malasia).
La deforestación sin fin que afecta a Mato Grosso do Sul, en el sur de Brasil, ha convertido las tierras ancestrales de los guaraníes en una región seca y sin árboles, de haciendas de ganado, campos de soja y plantaciones de caña de azúcar. “Quiero que los niños sean como eran antes, cuanto todo estaba bien”, dice un agente sanitario guaraní. (En la imagen, niños guaraníes, Brasil).Se desplazan de noche por la selva amazónica con antorchas de resina. Son los awás, uno de los dos únicos pueblos indígenas nómadas y cazadores-recolectores que quedan en Brasil. En la actualidad los awás están cada vez más amenazados por los madereros, los colonos y los ganaderos. Imágenes por satélite muestran que más del 30% de la selva en uno de sus territorios ya ha sido destruida. (En la imagen, un niño awá-guajá y un mono, Brasil).Su expulsión de sus tierras ancestrales ha tenido como resultado desempleo, problemas de salud crónicos como la diabetes y tasas récord de suicidio y consumo de drogas, como la gasolina esnifada, entre los niños innus. Si se les pide que describan cómo es crecer en los campos de reasentamiento, los jóvenes innus responden una y otra vez: “Nos hace avergonzarnos de ser innus”. (En la imagen, niños innus, Davis Inlet, Canada).Ser un dongria kondh es vivir en las colinas Niyamgiri, en el estado indio de Orissa. Ser la empresa británica Vedanta Resources es tener un interés comercial en el depósito de bauxita valorado en 2.000 millones de dólares que yace bajo la montaña que los dongrias reverencian como su dios. “¿A dónde iremos nosotros, los niños? ¿Cómo sobreviviremos?”, se preguntaba un niño dongria kondh al contemplar la posibilidad de tener que abandonar su hogar. “No, no nos rendiremos. ¡No abandonaremos nuestra montaña!”. (En la imagen, niño dongria kondh, Orissa, India).Es necesario un mundo en el que los niños indígenas sean libres de vivir en sus territorios de la forma que elijan. Y esto empieza con el reconocimiento de dos derechos humanos fundamentales: a la tierra y a la autodeterminación. (La imagen muestra a un grupo de niños aborígenes jugando en Pitjantjatjara, Australia).

Vocabulario Fundamental. Fantasmas (4) Xapiripë y Utupë


«Aprendemos con los grandes espíritus
» Survival

Para los yanomami de la Amazonia brasileña, el mundo de los espíritus es una parte fundamental de la vida. Cada criatura, roca, árbol y montaña tiene su propio espíritu.
A través de los sueños y de los trances, los chamanes yanomami trascienden los confines físicos de sus cuerpos y los límites de la conciencia humana para interactuar con los xapiripë.

Nosotros los yanomami aprendemos con los grandes espíritus, los xapiripë. Aprendemos a conocer a los xapiripë, a verlos y escucharlos. Sólo los chamanes, aquellos que conocen a los xapiripë, los pueden ver, porque parecen humanos pero son tan pequeños como una mota de polvo, y brillantes como la luz. Sus canciones son poderosas, y su pensamiento es muy claro.
Los chamanes yanomami inhalan el polvo de yakoana, que se extrae de la corteza del árbol de la virola, para entrar en un estado onírico. El polvo se administra a través de un largo tubo horoma, tradicionalmente hecho del tallo hueco de una palmera. Así hacemos a los espíritus bailar, dice Davi.

Hay muchos, muchos xapiripë, no sólo unos pocos, sino miles, tantos como estrellas. Algunos viven en el cielo, otros bajo tierra y otros en las altas montañas cubiertas de selva y flores. Llamamos a estos lugares sagrados “hutu pata”. Cuando el sol está en lo alto, los xapiripë duermen.

Comienzan a aparecer al anochecer.

Cuando nosotros dormimos, ellos bailan.

Davi vio a los xapiripë por primera vez cuando era niño, y continuó viéndolos en sueños mientras crecía. Pero no fue hasta que se hizo adulto que pidió iniciarse como chamán.

Cuando inhalas por primera vez el polvo fabricado con el árbol de yakoana, los espiritus xapiripë comienzan a agruparse a tu alrededor. Primero, oyes a lo lejos sus cantos de felicidad, ligeros como el zumbido de los mosquitos. Entonces empiezas a ver chispas de luz temblorosas que se elevan, y que provienen de todas las direcciones del cielo.

Gradualmente los espíritus se van desvelando, avanzando y retirándose en una lenta procesión.


Los xapiripë descienden hacia nosotros con hilos tan finos como los de una telaraña. Son hermosos, pintados con colores brillantes y con urucum (annatto). Sus brazaletes están decorados con plumas de guacamayo y loro. Bailan maravillosamente y cantan de manera distinta. Existen melodías diferentes: el canto del guacamayo, el del loro, el del tapir, el de la tortuga y el del águila.

Los xapiripë han bailado para los chamanes desde el principio de los tiempos, y continúan haciéndolo hoy en día. Sus cabezas están cubiertas con plumones de halcón y llevan cintas negras hechas con rabos de mono y plumas de cotinga color turquesa en sus orejas.

Bailan en círculo, sin prisa.

Para los yanomami, cada persona tiene una “imagen-esencia”, un doble llamado utupë, con la que está unida hasta la muerte. Un utupë puede presentarse a sí mismo en forma de diferentes criaturas vivas, como un pájaro, un mamífero o un insecto. También existen espíritus de árboles, de cascadas y de la miel salvaje.

Uno por uno los espíritus llegaron. Los espíritus tucanes llegaron con sus enormes palos en las orejas y sus taparrabos rojos y brillantes, explica Davi. Las gentes colibríes llegaron y volaron a mi alrededor. Los espíritus de las ranas moka estaban allí y llevaban a sus espaldas aljabas cargadas de flechas. Y luego llegaron los espíritus del pecarí, las gentes de los murciélagos y los espíritus de las cascadas.

Mi alma empezó a brillar. Todos vinieron y colgaron sus hamacas en mi pecho.

Entradas relacionadas:
Vocabulario Fundamental. Fantasma (I)
Vocabulario Fundamental. Fantasma (II)
Vocabulario Fundamental. Fantasma (III)

Amazônia, última llamada (12 y 13, de 13) Pantanal / Últimas bocanadas

Con estos dos últimos capítulos de su magnífica serie documental dedicada a los ríos, selvas, pantanos y seres vivos que conforman el ecosistema amazónico, Luis Miguel Dominguez y sus colaboradores se despiden por ahora de nuestro blog, dejándonos impregnado el alma de aquel lugar tan fascinante como imprescindible para nuestro planeta.


12. Pantanal

La vida y costumbre de los hombres, animales y plantas que habitan la zona húmeda más grande del planeta; los verdaderos Pantaneiros, que recuerdan a la trashumancia española, razas de ganado ya casi extintas, como la vaca pantaneira y el propio caballo, con el que estos hombres mantienen una íntima relación.


13. Últimas bocanadas

En un camino metafórico por el Delta del Amazonas y por los problemas que se ciernen sobre su futuro como gran río vivo, vemos el trabajo de arqueólogos en la Isla de Marajó, donde existió un pueblo cuya cultura hoy sigue siendo secreta.


Amazônia, última llamada (10 y 11, de 13) La selva y el asfalto / Guardianes del futuro

10. La selva y el asfalto

La lucha de la selva contra la ciudad es evidente: millones de personas habitan las orillas del río Amazonas en condiciones infrahumanas y esto tiene graves consecuencias para su salud. Conviven con peligrosos enemigos como el mosquito anofeles o el vampiro.

11. Guardianes del futuro


En este capítulo asistimos a algunos de los trabajos de campo más sorprendentes y eficaces de cuántos se están llevando a cabo para salvar la Amazonia. La pasión sentida y el compromiso adquirido por naturalistas que aman esta tierra, les empuja a no tirar la toalla y luchar día a día.