Campanadas de la Historia (44) La odisea africana de Cuba


Nuestro amigo Ignacio López-Calvo nos ha recordado un muy interesante documental, ‘Cuba, una odisea africana’, que narra una  poco conocida historia sobre la Guerra Fría y el continente africano, o sobre la derrota de un ideal, el internacionalismo. En África, a principios de la década de 1960, se enfrentaron cuatro adversarios con intereses encontrados: los soviéticos y los estadounidenses que buscaban recursos naturales y extender su influencia también en África, los antiguos imperios que trataban de revivir su débil poderío colonial y las jóvenes naciones que defendían su recién ganada independencia y buscaban aliados que les ayudaran ideológica y militarmente. Y fue la Cuba de Fidel Castro, que buscaba relevancia internacional para su país y su causa, quien se ofreció para ello.


De esta forma miles de soldados cubanos, entrenados para la guerra de guerrillas, acudieron a la llamada de revolucionarios africanos como Patrice Lumumba, Amilcar Cabral y Agostinho Neto para que les ayudasen en su lucha contra los últimos reductos coloniales, sobre todo los portugueses, que defendían con decreciente fiereza sus posesiones africanas como Mozambique, Guinea Bissau y Angola. Los hombres de Fidel Castro desempeñaron un papel principal en el devenir histórico del continente negro, desde la tragicómica aventura del Che Guevara en el Congo hasta el triunfo de la batalla de Cuito Cuanavale en Angola. En este documental ‘Cuba, una odisea africana’, dirigido por la egipcia Jihan el Tahri en 2007 se relatan los acontecimientos, en gran parte desconocidos, que se desarrollaron entre 1961 y 1989, respaldados con información de archivo y entrevistas, relatando la historia de aquellos internacionalistas que ganaron las batallas pero acabaron perdiendo la guerra.

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Campanadas de la Historia (43) La tregua de Navidad de 1914

A pesar del carácter laico y poco dado a las tradiciones (menos aún a las navideñas) del Juez Roy Bean hoy no podemos por menos que recordar cómo hace cien años, el 24-25 de diciembre 1914, tras cinco meses de comenzada la primera gran guerra mundial, soldados de algunos sectores a lo largo del frente occidental pactaron espontáneamente una tregua humanista y pacifista en la que confraternizaron para celebrar la fiesta de la Navidad e intentar olvidar, al menos durante un breve tiempo, las penalidades de la guerra de trincheras.

En un lugar donde combatían alemanes, escoceses y franceses, cerca de la localidad belga de Ypres, en medio de los mutuos bombardeos, del intenso frío y la humedad permanentes, de la suciedad y las ratas de las trincheras y de los cadáveres congelados, algunos centenares de hombres mugrientos celebraron la Navidad de un modo extraordinario, hechos que fueron adaptado al cine por el director francés Christian Carion (film del que publicamos una de sus más emotivas escenas).
 
Esta insólita tregua daría lugar a algunas escenas inéditas en la historia bélica moderna. Algunos ejemplos son la celebración de una misa del Gallo en pleno frente, la noche del 24 de diciembre, y a la que acudieron los tres ejércitos. O la celebración de partidos de fútbol entre las «selecciones» de los mismos ejércitos que horas antes trataban de matarse. 

Breves pero jubilosas campanadas de paz de la Historia que los altos mandos de ambos lados se cuidarían mucho de evitar en los siguientes años de la guerra. Así que, aunque solo sea en el recuerdo de aquellos soldados -aquella desdichada carne de cañón- que decidieron contradecir la esencia misma de la puta guerra y aunque fuera por apenas unas horas, feliz Navidad a todos.

Campanadas de la Historia (42) El error de Schabowski

Este documental alemán (Schabowski Note, 2009) dirigido por Marc Brasse y Florian Huber cuenta la historia del hecho y los protagonistas de uno de los días más decisivos del siglo XX, el 9 de noviembre de 1989, que desencadenó la caída del muro de Berlín y posteriormente de la RDA. Ese día, Günter Schabowski, miembro y portavoz del Politburó germano-oriental, recibió una nota de su superior Egon Krenz que se llevó a la conferencia de prensa sin llegar a leerla. Más tarde, al leerla en directo ante la prensa de todo el mundo allí congregada, cuando saltó la gran noticia. “Fue como si una señal del espacio hubiera electrificado la sala” recuerda Tom Brakow, corresponsal de la NBC. Durante unas horas, las leyes del autoritario estado no tuvieron ningún poder y la improvisación y la curiosidad primaron ante la planificación y el deber. Los habitantes de Berlín Este y Oeste tomaron la iniciativa de forma espontánea. Los berlineses del Este atravesaron los pasos de control, mientras sus compatriotas en el Oeste se amontonaban en la puerta de Brandemburgo. Casi por casualidad, la frontera más defendida del mundo se abriría para siempre, acabando con la gran ignominia que para Europa significaba el muro de Berlín. Campanadas de libertad en la historia de Europa.


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Campanadas de la Historia (41) Napoleón en Rusia: el desastre de La Grande Armée

Aunque hace tiempo ya la abordamos en un post sobre el General Invierno que ha ayudado a Rusia a destruir a quienes han osado invadirla, en esta nueva entrega de Campanadas de la Historia viajamos a 1812 de la mano de un magnífico documental del canal Arte France realizado por Fabrice Hourlier. En él podremos conocer mejor una las debacles militares de la Historia, la terrible epopeya vivida por La Grande Armée, el enorme ejército (el más grande de la Historia hasta entonces) que, comandado por Napoleón Bonaparte, invadió la Rusia del zar Alejandro I en junio de aquel año teniendo que retirarse ignominiosamente meses después, en un dramático periplo que costaría la vida a centenares de miles de personas y animales.

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Campanadas de la Historia (40) Setenta años de aquel Día D

Se cumplen 70 años del comienzo de la mayor operación anfibia de la Historia, el célebre desembarco de Normandía, una batalla decisiva no tanto para el futuro de la guerra (que habría terminado con la derrota nazi y japonesa antes o después), como el del continente europeo. Si la invasión se hubiese retrasado o la resistencia alemana (que ya fue intensa a pesar de la sorpresa) hubiera podido organizarse mejor, los ejércitos aliados occidentales podrían haber visto entorpecida la liberación de Francia y el avance posterior hacia Alemania, por lo que los enormes ejércitos soviéticos podrían haber penetrado más profundamente en el corazón de Europa, cambiando la historia posterior de nuestro continente. Siete décadas después los antiguos aliados vuelven a Normandía en plena pugna por Ucrania, esperemos que estos lugares de leyenda en la preciosa costa normanda sirva para que la diplomacia actúe y facilite los diálogos para que se rebajen las tensiones bélicas. 

Seguido va un interesante documental con testimonios de algunos de los soldados que en ella participaron (y que aún, cada vez menos, sobreviven…) para acompañar material fotográfico nunca visto de los hechos ocurridos aquel 6 de junio del 44

Campanadas de la Historia (39) El hombre del tanque / 25 años de la matanza de Tian’anmen


«Pedíamos una mayor liberalización, política y económica, y equidad, aunque era más en la forma de lucha contra la corrupción. Sabemos que hay un llamado milagro económico chino, a pesar del grave retroceso en política, derechos humanos y libertades civiles, y la existencia de un desarrollo muy desequilibrado. El Gobierno puede habar matado al mensajero, pero recibió el mensaje para continuar, a ritmo rápido, abriendo la sociedad china y el desarrollo económico. El otro es mucho más preocupante y triste ¿Puede China ser rica y poderosa solo mediante el desarrollo de fuerza militar y riqueza económica? ¿Puede prosperar realmente y hacer a la gente feliz, con un futuro mejor, solo centrándose en lo material? El legado más importante, más que el desarrollo económico, es resaltar esta cuestión. Lo que hicieron durante la masacre fue no solo garantizar que el estado de excepción era aplicado y no se producían más ocupaciones de Tiananmen y otros espacios públicos en el país, sino utilizar una fuerza abrumadora no solo para conmocionar a los manifestantes sino a toda la nación y dejarla en una sumisión total. La situación ahora es básicamente similar en psicología colectiva al síndrome postraumático de una violación, de una violación infantil. La conmoción fue tan completa que la gente simplemente no habla más de ello, ni siquiera piensa en potenciales reformas políticas, impulsadas desde abajo hacia arriba.» Shen Tong, líder estudiantil en las protestas de Tian’anmen


Hace 25 años del aplastamiento por el ejército chino de las protestas de estudiantes que tuvieron su epicentro (que no la mayoría de las víctimas) en la plaza de Tian’anmen, en Beijing y que durante mes y medio convocaron en ella a centenares de miles de personas (millones en todo el país) que exigían más libertad y menos corrupción en las anquilosadas estructuras del poder estatal, ciudadanos que pretendían la reforma del sistema, no su destrucción. Tras aquellos luctuosos hechos, las autoridades chinas encarcelaron a miles de personas y persiguieron la simple mención de lo ocurrido, extendiendo sobre su pueblo, con todo el poder que da su autoritarismo, un masivo velo de censura, negación y olvido forzado a todos los niveles, lo que ha conseguido, cuarto de siglo después, instaurar una amnesia colectiva sobre lo ocurrido entonces. Pero bueno, tras 25 años de aquel sueño ahogado en sangre, nosotros nos quedamos con aquel hermosísimo gesto de lúcido individualismo, el ser humano reivindicándose ante la brutal máquina de guerra. 25 años de aquel hombre del tanque.

The Tank Man


Tiananmen, la plaza que estremeció China

Antonio Broto (EFE) 03.06.2014

Entre abril y junio de 1989, millones de personas se movilizaron en China en un intento de que el país se uniera a la ola de apertura que vivía entonces Europa del Este, pero aquel movimiento, del que 25 años después aún se sabe poco, terminó en tragedia. Aquellos hechos, que fuera de China son un hito del siglo XX pero dentro son un tabú, hicieron temblar los cimientos del régimen, mostraron al mundo los excesos del comunismo chino y dieron al régimen un talante cerrado y paranoico aún vigente.

La prensa internacional recuerda cada 4 de junio la matanza que acabó con las protestas en Pekín, pero un cuarto de siglo después pocos se detienen a rememorar el origen de aquel descontento o a desmentir los tópicos. Y es que, por ejemplo, la mayoría de las muertes fueron lejos de Tiananmen. La mayor represión no la sufrieron los estudiantes, sino los obreros, pues no sólo hubo revueltas en Pekín, y el movimiento no acabó el 4 de junio, ya que continuó en otras urbes.

El origen de las protestas

El acontecimiento detonante de las protestas fue la muerte, el 15 de abril, de Hu Yaobang a causa de un ataque al corazón tres años después que fuera purgado por su talante reformista y su simpatía a otras protestas registradas en Pekín en 1986. Hu, que había sido el secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), fue un gran crítico de las reformas económicas emprendidas por el entonces máximo líder, Deng Xiaoping. Éstas habían tenido efectos positivos en el país, pero también algunos negativos, como una fuerte inflación (del 30 % a finales de los 80) y una alta corrupción.

Esta corriente crítica fue la que el 17 de abril comenzaba en la plaza de Tiananmen, la primera concentración en homenaje a Hu, liderada por universitarios que pedían el fin del nepotismo, mayor libertad de prensa o mejor inversión en educación. Estas primeras concentraciones, moderadas y que no reclamaban la caída del régimen, dividieron a los líderes chinos, ya que algunos, como Zhao Ziyang -sucesor de Hu en la secretaría del PCCh- las veían como algo positivo, mientras el «Pequeño Timonel» Deng y el primer ministro Li Peng las consideraban ya una amenaza.


Proyección internacional

Síntoma de esta división interna es el hecho de que Deng y Li esperaron a que Zhao saliera del país, en un viaje oficial a Corea del Norte, para tomar una decisión que marcaría un antes y un después en el movimiento. El 26 de abril, con Zhao en tierras norcoreanas pese a que su entorno le había pedido que no dejara China, el ala conservadora del PCCh ordena la publicación en el Diario del Pueblo de un demoledor editorial contra los estudiantes de Tiananmen, calificándolos de enemigos del Estado.

El texto indignó al movimiento, que se radicalizó, aumentó en número y lanzó un órdago al régimen a mediados de mayo, cuando varios estudiantes comenzaron huelgas de hambre aprovechando la mayor presencia de medios internacionales en Pekín con motivo de la visita del líder soviético Mijaíl Gorbachov.

El mayor conocimiento mundial de las protestas causó cierta humillación al régimen, que comenzó a pensar ya en la supresión de éstas, primero de forma pacífica, con negociaciones de Li Peng con los estudiantes, el 18 de mayo. Un día después, Zhao osó reunirse con los manifestantes en Tiananmen, y aunque pidió que abandonaran la huelga de hambre también mostró una vez más simpatía con sus peticiones, lo que le costaría el cargo (fue su última aparición pública).

El fracaso en las negociaciones con los manifestantes, por entonces muy divididos, provocó la declaración, el 20 de mayo, de la ley marcial en Pekín, que duraría siete meses.

Cerrojazo del régimen

Unos 300.000 soldados chinos llegaron de todo el país para preparar el desalojo de la plaza, donde en los últimos días de protesta se erigió con cartón la icónica «Diosa de la Democracia», inspirada en la Estatua de la Libertad.

En la tarde del 3 de junio, la televisión china ordenaba a los pequineses que no salieran de sus casas, mientras tanques y vehículos acorazados avanzaban hacia el centro de Pekín. Fue en ese avance donde se produjeron muchas de las muertes en aquella fatídica noche, cuando muchos pequineses intentaron impedir el paso de los tanques, lo que produjo grandes matanzas en el oeste de la ciudad. El número de fallecidos en esos enfrentamientos sigue siendo un misterio, y oscila, según diferentes fuentes, entre los 300 y los 2.600, de los que apenas una decena son soldados.

En Tiananmen, donde se encontraba entre otros el escritor que 20 años después recibiría el Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, el desalojo fue menos sangriento, aunque nadie sabe a ciencia cierta lo ocurrido en una noche de caos y ausencia de prensa internacional. Con una notable excepción, ya que el único medio que pudo grabar esa noche imágenes de la plaza fue Televisión Española.

Represión y muerte

En días posteriores, las protestas por la masacre en varias ciudades chinas fueron reprimidas, mientras el régimen comenzaba una campaña de detenciones y juicios sumarios, sobre todo a huelguistas obreros. Algunos de los principales líderes de las protestas, como Wuer Kaixi, Chai Ling o Feng Congde, lograron huir del país, muchos de ellos en barcos financiados por las mafias de Hong Kong, en la llamada «Operación Pájaro Amarillo». 

Era el fin de 48 días que estremecieron China, el fracaso de un movimiento que podría haber conseguido un país más libre, pero que tras la represión dejó un régimen más criticado internacionalmente, e impregnado de uno de los problemas que el movimiento más denunciaba, la corrupción.

Hace 25 años el ejército chino aplastó las protestas de estudiantes en la plaza de Tiananmen, en  Pekín. Hace 25 años, un reportero de TVE, José Luis Márquez, fue el único que logró grabar la represión de las protestas dentro de la plaza. El reportero recuerda también que “la masacre como masacre no fue en la plaza de Tiananmen”.

Campanadas de la Historia (38) ‘El Espíritu del 45’, de Ken Loach

  • «Las películas raramente son tan comprometidas o persuasivas como ésta. (…) Andrew Pulver: The Guardian

    «El conmovedor documental de Ken Loach (…) es probablemente su mejor película desde ‘Felices dieciséis’ Tim Robey: Telegraph
    «El veterano director Ken Loach iza la bandera roja con ‘El espíritu del 45’, un polémico documental lleno de esperanza y heroísmo, que echa un vistazo a la resurrección de Gran Bretaña después de la guerra. (…) Kate Muir: The Times
    «A menudo, fascinante y apasionado, el documental de Loach cae en la polémica hacia el final, un efecto secundario comprensible debido a sus fuertes convicciones. (…) David Parkinson: Empire
    «Loach imparte una lección, transparente y clarísima, sobre los logros de la política laborista (…) intenta tender un puente entre la nostalgia militante y el presente.» Jordi Costa: Diario El País
    «Excelentes imágenes documentales de la época (…) como cabía esperar, también supone un ajuste de cuentas con la primera ministra [Thatcher]» Lluís Bonet Mojica: Diario La Vanguardia

    «Un documental sobre la comunidad, lo público y cómo destruirlo en pocos años. » Eduardo Galán: Cinemanía

    «La película funciona a la vez como un lamento, una celebración y una llamada de atención a los políticos y a los votantes modernos. (…) Dave Calhoun: Time Out 


  • En julio de 1945 el laborista Clement Attlee gana arrolladoramente las elecciones al vencedor de la contienda bélica, el conservador Winston Churchill, e inicia inmediatamente la construcción del welfare británico, del cual la gran joya de la Corona es el Servicio Nacional de Salud, durante unas décadas, el ejemplo que intentaron copiar los demás países europeos. Hasta los años ochenta, cuando la señora Thatcher inicia su demolición para dárselo a la iniciativa privada. 
  • Ken Loach dirige este documental, que ofrece una mirada a aquellos años de post guerra y esperanza en la conflictiva Gran Bretaña. Desde el nacimiento del nuevo socialismo en torno al año 1945 que busca encarecidamente la creación de una sociedad justa y unida a través del esfuerzo común, al desmantelamiento de estos ideales en los ochenta, cuando Reagan y Thatcher iniciarían la era neoliberal y desregularizadora que daría a los mercados financieros las llaves de la economía mundial, comenzando a cebar la bomba de la crisis que nos estallaría en la cara a finales de los años dos mil. Una mezcla de imágenes de archivo y testimonios únicos para acercar el recorrido histórico de unos ideales que han evolucionado de forma significativa, a peor.

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Campanadas de la Historia (37) Cuarenta años de la Revolución de los Claveles

Claro que estaba algo asustado. Eran los momentos decisivos: cuando esperábamos a que Marcelo Caetano se rindiera ya, a eso de las cuatro de la tarde del 25 de abril. Por encima de nosotros volaba un helicóptero artillado que en cualquier momento podía hacer fuego y armarla. El dictador estaba encerrado en el cuartel general de la policía del Largo do Carmo, defendido por soldados fieles, y afuera, el pueblo, con nosotros, que quería entrar a tomarse la justicia por su mano
«Lo primero que valoran muchos supervivientes de aquellos tiempos finales del casi medio siglo, que se dice pronto, de régimen opresor es, sin duda, el descubrimiento de la libertad que no conocían. Pero quizás antes incluso que la libertad, lo que el golpe de Estado de los capitanes que lideraban Vasco Lourenço y Otelo Saraiva de Carvalho proporcionó a los portugueses fue la recuperación de la alegría. Una alegría de vivir que la dictadura, en su represión y oscurantismo, les tenía secuestrada.» Diego Carcedo

El 25 de abril de 1974, un alzamiento militar incruento, sin sangre ni violencia, puso fin en Portugal al ‘Estado novo’, el régimen dictatorial fundado en 1932 por Antonio de Oliveira Salazar. Un movimiento descolonizador y rupturista que encabezó una revolución pacífica y democrática y que tuvo en una insubordinación de unos militares valientes su gesto iniciático, un gesto que abriría una brecha por la que entraría el pueblo portugués a borbotones -y que nos narra la Boca D’Or-. Después, un especial del canal HispanTv compara aquel momento histórico y el actual para ver lo conseguido entonces y lo que se ha perdido en estos últimos años de crisis y brutales recortes en nuestro país vecino.

«Señores míos, como todos saben, hay varias formas de Estado: el Estado social, el Estado corporativo, y el estado al que hemos llegado. Ahora, en esta noche solemne, vamos a acabar con el estado al que hemos llegado. Así que el que quiera venir conmigo, que sepa que nos vamos para Lisboa y terminamos con esto. Quien quiera venir, que salga fuera y forme. Y el que no, que se quede”. Ninguno de los 240 hombres que escuchan las palabras del capitán Fernando José Salgueiro Maia se queda.

Salgueiro Maia, 29 años, hijo de ferroviario, encabeza el pelotón compuesto por diez blindados, doce camiones, una ambulancia y el jeep en el que viaja, y desde su cuartel en Santarém llega hasta las puertas de la dictadura, en la lisboeta plaza de Terreiro do Paço. Allí le espera el general de Brigada Junqueira dos Reis con tiradores y sus blindados M47 muy superiores al obsoleto material de Salgueiro Maia, que avanza con bandera blanca para parlamentar. Junqueira dos Reis ordena al alférez Fernando Sottomayor que ordene a sus hombres abrir fuego. Sottomayor se niega y es detenido. Junqueira dos Reis se dirige al cabo José Alves Costa, en la torreta de un blindado, y le ordena pistola en mano que abra fuego. Alves Costa se niega. Salgueiro Maia calificará ese gesto, un cabo que se niega a obedecer a un general, ‘la insubordinación más hermosa de la Revolución’. Junqueira dos Reis, impotente, rabioso, dispara al aire. Varios oficiales se acercan a Salgueiro Maia, hablan y se abrazan. La Revolución de los Claveles ha triunfado.

Signos de los tiempos: Fernando José Salgueiro Maia siguió su carrera militar fuera de foco, renunciando a nombramientos, ofertas del poder y prebendas. Murió de cáncer en 1992, enterrado en un modesto ataúd y bajo el epitafio ‘Ao tenente coronel Salgueiro Maia, conquistador do sonho inconquistado, havia em ti o herói que nao se integra’. José Alves Costa, hijo de labradores, volvió a su pueblo de Balazar, en la provincia de Minho, trabajando en una fábrica de neumáticos. Se jubiló en 2011, el mismo año que el Gobierno portugués se rinde al FMI y empieza por recortar las pensiones.

Nota: en septiembre de 1974 se constituye en España la clandestina Unión Militar Democrática (UMD). Los comandantes Luis Otero y Julio Busquets viajan a Portugal para conocer cómo desde dentro del Ejército se puede organizar un movimiento democrático y derrocar una dictadura. En marzo de 1975 la UMD es desarticulada y a finales del mismo año varios de sus miembros son condenados a 47 años de cárcel y su expulsión del Ejército. Llegados los tiempos de amnistía, el general Gutiérrez Mellado se encargará de que sólo se les aplique una amnistía parcial, fijando 1986 como año de reingresó a las Fuerzas Armadas, demasiado tarde para la mayoría.

Campanadas de la Historia (36) Abril de 1609, la expulsión de los moriscos

(…) Después de la caída de Granada, los moros vencidos se habían ido a las Alpujarras, donde se les prometió respetar su religión y costumbres. Pero ya se lo pueden ustedes imaginar: al final se impuso bautizo y tocino por las bravas, bajo supervisión de los párrocos locales. Poco a poco les apretaron las tuercas, y como buena parte conservaba en secreto su antigua fe mahometana, la Inquisición acabó entrando a saco. Desesperados, los moriscos se sublevaron en 1568, en una nueva y cruel guerra civil hispánica donde corrió sangre a chorros, y en la que (pese al apoyo de los turcos, e incluso de Francia) los rebeldes y los que pasaban por allí, como suele ocurrir, se llevaron las del pulpo. Siguió una dispersión de la peña morisca; que, siempre zaherida desde los púlpitos, nunca llegó a integrarse del todo en la sociedad cristiana dominante. Sin embargo, como eran magníficos agricultores, hábiles artesanos, gente laboriosa, imaginativa y frugal, crearon riqueza donde fueron. Eso, claro, los hizo envidiados y odiados por el pueblo bajo. De qué van estos currantes moromierdas, decían. Y al fin, con el pretexto -justificado en zonas costeras- de su connivencia con los piratas berberiscos, Felipe III decretó la expulsión. En 1609, con una orden inscrita por mérito propio en nuestros abultados anales de la infamia, se los embarcó rumbo a África, vejados y saqueados por el camino. Con la pérdida de esa importante fuerza productiva, el desastre económico fue demoledor, sobre todo en Aragón y Levante. El daño duró siglos, y en algunos casos no se reparó jamás. Pero ojo. Gracias a eso, en mi libro escolar de Historia de España (nihil obstat de Vicente Tena, canónigo) pude leer en 1961: «Fue incomparablemente mayor el bien que se proporcionó a la paz y a la religión». 
Arturo Pérez-Reverte – Una historia de España (XXIX) XLSemanal 28/7/2014


Como bien introduce Pérez-Reverte, el 9 de abril de 1609 el rey Felipe III tomaba la decisión de expulsar a los moriscos de sus reinos, en una de las decisiones más polémicas en la historia de España, amputando una buena parte de su multiculturalidad, de su dinamismo económico y del alma civil de la sociedad española, un hecho lamentable que se convertiría, en las décadas siguientes, en uno de los determinantes de la decadencia del imperio español. Como dice mi amigo Ignacio López Calvo «otro craso error histórico de Felipe III, solo comparable a la ceguera nativista y al fanatismo religioso de la expulsión de los judíos de 1492.»
En el documental que sigue podemos aprender más acerca de las causas y consecuencias de este éxodo, quiénes eran los moriscos y cuál fue su organización social, las zonas en las que estaban asentados, sus costumbres y hábitos, desde la religión a su forma de vestir o su alimentación. Hombres de campo, artesanos, médicos, traductores, científicos… el abanico de sus profesiones se ve reflejado también en el legado que dejaron tras ellos, y que aún perdura en nuestra sociedad e incluso en algunas de nuestras expresiones orales de hoy en día. 

Con una cuidada puesta en escena, este documental nos ayuda a comprender mejor a «esos cristianos nuevos», que fueron expulsados por «ser diferentes en sus creencias». También descubriremos cómo fue posible una expulsión de esas proporciones; no hay que olvidar que cerca de trescientas mil personas fueron obligadas a abandonar su tierra y fueron embarcadas y enviadas a diferentes puntos del Magreb, donde les esperaba un futuro muy incierto… 

La expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII es un episodio trascendental en la historia de España. En 1609 el rey Felipe III firmó el decreto de expulsión de todos aquellos españoles conocidos como moriscos. Descendientes de los andalusíes musulmanes que los Reyes Católicos forzaron a la conversión cristiana para poder seguir viviendo en su país, esta minoría fue siempre vista con sospecha y definida como “inasimilable”. Los moriscos se consideraban españoles en un sentido amplio y profundo, pero la sociedad hizo de ellos una minoría marginada y perseguida porque se dudaba de su fidelidad hispana y sinceridad cristiana. La pervivencia de costumbres, tradiciones, modos lingüísticos y una literatura aljamiada (castellano escrito con grafía árabe), en lugar de considerarse como uno más de los ricos regionalismos culturales existentes en los diversos reinos españoles, se valoró como la expresión de una “quinta columna” amenazadora y extraña a una españolidad liderada por un aparato represor religioso inquisitorial.

La expulsión no fue un hecho exigido por la dinámica interna de nuestra historia, ni ocurrido por ninguna presunta fatalidad histórica, fue un acto de odio civilizacional y religioso, liderado por la propia esposa del monarca, Margarita de Austria, algunos consejeros del rey que les consideraban un peligro militar y para la seguridad, por los fanáticos de la pureza de sangre y por ciertas personalidades eclesiásticas, como el arzobispo de Valencia Juan de Ribera (si bien el Papa, Paulo V, no aprobó la expulsión y aconsejó que se continuase su catequización). 

Entre las exageraciones de la escuela minimalista y maximalista, la opinión historiográfica más consensuada habla de 300.000 expulsados, más unos diez o doce mil muertos en el proceso de destierro, lo que equivalió a un 4% de la población total. Este porcentaje tenía, además, un gran valor cualitativo porque en su mayoría constituía una muy trabajadora población activa que dominaba como ninguna otra las artes agrícolas, el uso del agua y aportaba importantes dividendos a las arcas del estatales y los nobles terratenientes. De ahí que las consecuencias demográficas y económicas de su expulsión fueron graves y en algunos casos catastróficas (como en los reinos de Valencia y Aragón donde constituían la tercera y sexta parte de la población respectivamente), y en general una pérdida sustancial de vitalidad económica y demográfica para España. Fue, sin duda, un factor de peso, aunque no el único, en la aguda recesión española del siglo XVII. Esta preocupación material y práctica, junto a otras circunstancias de tipo humanitario, motivó resistencias y desacuerdos con la decisión de la expulsión, dándose intentos de evitarla o no cumplirla.

Calcular cuántos se quedaron, o incluso volvieron clandestinamente tras la expulsión, ha sido muy difícil de evaluar. No obstante existen fuentes documentales suficientes para considerar que el componente morisco no desapareció en España a consecuencia de la expulsión. Los moriscos españoles se desperdigaron por el Mediterráneo, e incluso por Africa subsahariana (como Yuder Pachá, originario de Almería, y cuya influencia política y cultural llegó hasta Tombuctú) y el continente americano, pero donde sin duda se instaló la mayor parte fue en la costa magrebí (Marruecos, Argelia y Túnez). Allí llevaron su rico componente cultural español, su sabiduría agrícola y ganadera, su patrimonio artístico, sus apellidos hispanos, y sus huellas quedan hasta hoy día visibles. Sin embargo, su adaptación no fue fácil. El desarraigo y las dificultades para acostumbrarse a un mundo muy distinto del que venían les llevó tiempo y esfuerzo. Y no siempre fueron bien recibidos. Ellos eran españoles, y su lengua, costumbres, modo de vida e incluso práctica religiosa (unos se habían convertido en verdaderos cristianos y los que habían conservado secretamente su vínculo con la fe islámica la practicaban de manera más simple o imperfecta) distaban mucho del medio norteafricano al que llegaban deportados.

Esta experiencia de intolerancia, fanatismo y racismo sociocultural y religioso está muy escasamente presente en la memoria colectiva e histórica de la España actual. Junto a la de los judíos, esta es la otra expulsión (cuantitativamente mucho mayor) menos conocida, publicitada y denunciada como algo que nunca deberá volver a ocurrir. En este año, 2009, se cumple su IV centenario y ha de ser la ocasión para crear una nueva conciencia y sensibilidad sobre esas otras oscuras páginas de nuestro pasado. Como decía recientemente el escritor José Manuel Fajardo “el Cuarto Centenario de la expulsión de los moriscos debería jugar el mismo papel que desempeñó en 1992 la conmemoración de la expulsión de los judíos: una ocasión para reconciliar a la sociedad española con su propia Historia” (El País, 2 de enero de 2009). Y más aún cuando en los momentos actuales se experimenta un proceso creciente de islamofobia en las sociedades occidentales, que a su vez está alimentando el anti-occidentalismo musulmán. Nuestros moriscos, y su tragedia, pueden aún rendir un inapreciable servicio simbólico a favor de la reconciliación.

Por todo ello Casa Árabe ha querido contribuir a ese reencuentro con la historia, a esa recuperación de la memoria contra la intolerancia y para el aprendizaje del valor de la interculturalidad, llevando a cabo un proyecto de gran divulgación social con la producción de un documental-ficción que narra aquel trágico acontecimiento, y que su difusión televisiva y cinematográfica sirva para tomar ampliamente conciencia de lo que ocurrió en el pasado y su necesaria lectura actual.

Gema Martín Muñoz Directora general de Casa Árabe

Campanadas de la Historia (35) Las brigadas internacionales, españoles de pro

«La gente piensa que es una guerra olvidada, pero debería ser recordada como una guerra contra el fascismo y por la democracia. Ese era el punto más importante de la guerra. Se ha olvidado porque no fue una Guerra Mundial. Ahora me sorprende que no se enseñe esta guerra en los colegios. Deberían hacerlo para enseñar el respeto a la democracia». Jack Edwards

Hoy queremos homenajear a las Brigadas Internacionales, los combatientes extranjeros que llegaron a nuestro país para luchar contra el golpe militar que tras una sangrienta contienda, acabaría arrasando a la joven república democrática española. Alrededor de 50.000 voluntarios procedentes de medio centenar de países de todo el mundo se alistaron para ayudar en la defensa de la república a partir de octubre de 1936. A pesar de su variada procedencia y sus diferentes perfiles profesionales, a todos les unió el ideal de combatir el fascismo internacional y doméstico y tuvieron importante participación en destacados choques bélicos como la defensa de Madrid en el otoño de 1936 o las batallas del Ebro, Jarama, Teruel y Belchite.
75 años después del final del conflicto, apenas sobreviven algunos de estos auténticos freedom fighters, aquellos luchadores por la libertad que dejaron sus vidas en su país de origen aparcadas para luchar contra el fascismo que avanzaba implacablemente en España dejando un rastro de odio y destrucción. Hace poco moría uno de ellos, Jack Edwards, un brigadista inglés, cuyo último deseo de descansar en su amada tierra española cumplieron sus hijos en un emotivo acto, en el que esparcieron sus cenizas en tierras del Jarama
De esta forma publicamos tres documentales, uno sobre el ‘batallón Abraham Lincoln’ y los dos episodios de ‘The Brits who fought for Spain’ una producción del canal History Channel, que narran las peripecias de los voluntarios anglosajones, norteamericanos, británicos e irlandeses que combatieron en el bando republicano. Sobre los más numerosos, los franceses, no hemos encontrado nada. En ellos los antiguos soldados narran sus experiencias y las cámaras siguen a algunos de aquellos supervivientes -en aquellas fechas- en su vuelta a España, cuando obtuvieron el reconocimiento que merecían y el Gobierno de Zapatero les concedió la nacionalidad española en virtud de la denostada Ley de Memoria Histórica. Estos documentales recorren recuerdos inolvidables, muestran archivos audiovisuales inéditos, diarios personales, periódicos y fotografías de estos veteranos que vivieron y murieron en una guerra que hicieron suya por principios y conciencia, causa justa y de suma importancia para mantener la democracia en Europa.
(Texto y fotografía: La Boca D’OrJack Edwards (1924-2011) tenía 22 años cuando dejó Liverpool para alistarse en la Brigadas Internacionales y combatir al fascismo en España. Miembro de la Young Communist League, se había enfrentado varias veces con los fascistas de Sir Oswald Mosley. Junto con dos compañeros llega a los cuarteles de las Brigadas en Albacete en enero de 1937. Un mes más tarde, integrado en el Batallón Británico, es enviado al frente en el valle del Jarama para detener el avance fascista que busca aislar Madrid. Ese primer día caerían dos tercios del Batallón Británico. Al tercer día el propio Edwards es herido en una pierna. Pararon el primer golpe.

Recuperándose de su herida, Edwards, mecánico, trabajará reparando camiones del Ejército republicano. Cuando la República despide a las Brigadas Internacionales, Jack Edwards se queda y combate en el Ebro integrado en las tropas españolas. En la retirada republicana cruza la frontera a pie, llega hasta París y retorna a Liverpool. Al estallar la II Guerra Mundial se alista voluntario en la RAF, “no para luchar contra Alemania o Italia, si no para continuar luchando por la democracia, contra el fascismo, como en España”. Será enviado a una base en Islandia. Los brigadistas británicos fueron enviados a servir a lugares remotos por su filiación comunista.

Una vez muerto el general Franco, Jack Edwards visitó varias veces España. En uno de esos viajes, acompañado por sus hijos, les mostró los escenarios de su bautismo de fuego, deteniendo a las tropas fascistas a las puertas de Madrid, y les dijo que allí quería descansar. Siempre que podía, Edwards comía naranjas, una costumbre que trajo de España. Seguramente porque los gajos de esa fruta contienen la luz de la tierra que defendió contra la oscuridad. El pasado viernes, en una mañana de invierno rota por la luz, sus hijos esparcían las cenizas de Jack Edwards y su esposa en las colinas del Valle del Jarama. 


Las Brigadas Internacionales (The Brits who fought for Spain) 1



Las Brigadas Internacionales (The Brits who fought for Spain) 2




La historia de la Brigada Lincoln