Vocabulario Fundamental. Fantasma (9) Lo peor de ser un fantasma












Lo peor de ser un fantasma no es lo mal que te queda la ropa de los vivos, ni este silencio de televisión estropeada que respiras, ni siquiera que tu amor atraviese tu cuerpo como si ya no pudiera verte parado en mitad del pasillo. Lo peor de ser un fantasma es que aquí también estás solo, fantasma para los otros fantasmas que llegaron primero.

Patricia Esteban Erlés

Vocabulario Fundamental. Fantasmas (8) Fin de año, fiesta de espectros



Para terminar el año nada mejor que este cortito estremecimiento de Patricia Esteban Erlés en torno a unas presencias que reaparecen cada año para recordar que siempre han estado ahí. 
Que el 2013 sea mejor de lo que se le espera. 





No nos lo decimos, pero recordamos lo que contaban las abuelas. La última noche del año vendrán a visitarnos los que se fueron. Se asomarán sus almas al cristal de las copas buenas, nos mirarán reír y comer y brindar, discretos espíritus amados, de pie junto a nuestras sillas. Cada fiesta de despedida es un reencuentro de fantasmas queridos que recorren los cuartos y nos ven envejecer, añorando la vida igual que un sabor, sin amargura. No nos atrevemos a decirlo pero todos podemos verlos, aquí mismo. Sí, elegantes y delgados, bellos como radiografías.

Vocabulario Fundamental. Fantasmas (6) Fantasmas breves




Fantasma

El hombre que amé se ha convertido en fantasma. Me gusta ponerle mucho suavizante, plancharlo al vapor y usarlo como sábana bajera las noches que tengo una cita prometedora. Patricia Esteban Erles








El espinazo del diablo (Guillermo del Toro, 2001)

¿Qué es un fantasma?

– Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor, quizá. Algo muerto que parece por momentos vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma, eso soy yo.


Vocabulario Fundamental. Fantasmas (5) Temporada de fantasmas

No vienen a buscar pareja, ni para desovar. No necesitan reproducirse. Tampoco es posible cazarlos. No tienen entidad suficiente para caer en las redes de la lógica, los atraviesan las balas de la razón. Breves, esenciales, despojados de su carne, vienen aquí a mostrarse, vienen para agitar ante los observadores sus húmedos sudarios. Y sin embargo, no se exhiben ante los ojos de cualquiera. El experto observador de fantasmas sabe que debe optar por una mirada indiferencte, nunca directa, aceptar esa precepción imprecisa, de costado, sin tratar de apropiarse de un significado evanescente que se deshace entre los dedos: textos translúcidos, medusas del sentido. Se abre la Temporada de Fantasmas.

Su viuda y su voz

De las cañerías provenía un ruido fuerte y triste al que ella suponía la voz de su marido muerto. Todas las cañerías hacen ruído, argumentaban sus amigos. En todas las cañerías se manifiesta su espíritu, decía ella. Todas las cañerías hacían ruído cuando él estaba entre nosotros, argumentaban sus amigos. Pero solamente ahora me hablan de amor, decía ella.

Ana María Shua. Temporada de fantasmas (2004)

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«Aprendemos con los grandes espíritus
» Survival

Para los yanomami de la Amazonia brasileña, el mundo de los espíritus es una parte fundamental de la vida. Cada criatura, roca, árbol y montaña tiene su propio espíritu.
A través de los sueños y de los trances, los chamanes yanomami trascienden los confines físicos de sus cuerpos y los límites de la conciencia humana para interactuar con los xapiripë.

Nosotros los yanomami aprendemos con los grandes espíritus, los xapiripë. Aprendemos a conocer a los xapiripë, a verlos y escucharlos. Sólo los chamanes, aquellos que conocen a los xapiripë, los pueden ver, porque parecen humanos pero son tan pequeños como una mota de polvo, y brillantes como la luz. Sus canciones son poderosas, y su pensamiento es muy claro.
Los chamanes yanomami inhalan el polvo de yakoana, que se extrae de la corteza del árbol de la virola, para entrar en un estado onírico. El polvo se administra a través de un largo tubo horoma, tradicionalmente hecho del tallo hueco de una palmera. Así hacemos a los espíritus bailar, dice Davi.

Hay muchos, muchos xapiripë, no sólo unos pocos, sino miles, tantos como estrellas. Algunos viven en el cielo, otros bajo tierra y otros en las altas montañas cubiertas de selva y flores. Llamamos a estos lugares sagrados “hutu pata”. Cuando el sol está en lo alto, los xapiripë duermen.

Comienzan a aparecer al anochecer.

Cuando nosotros dormimos, ellos bailan.

Davi vio a los xapiripë por primera vez cuando era niño, y continuó viéndolos en sueños mientras crecía. Pero no fue hasta que se hizo adulto que pidió iniciarse como chamán.

Cuando inhalas por primera vez el polvo fabricado con el árbol de yakoana, los espiritus xapiripë comienzan a agruparse a tu alrededor. Primero, oyes a lo lejos sus cantos de felicidad, ligeros como el zumbido de los mosquitos. Entonces empiezas a ver chispas de luz temblorosas que se elevan, y que provienen de todas las direcciones del cielo.

Gradualmente los espíritus se van desvelando, avanzando y retirándose en una lenta procesión.


Los xapiripë descienden hacia nosotros con hilos tan finos como los de una telaraña. Son hermosos, pintados con colores brillantes y con urucum (annatto). Sus brazaletes están decorados con plumas de guacamayo y loro. Bailan maravillosamente y cantan de manera distinta. Existen melodías diferentes: el canto del guacamayo, el del loro, el del tapir, el de la tortuga y el del águila.

Los xapiripë han bailado para los chamanes desde el principio de los tiempos, y continúan haciéndolo hoy en día. Sus cabezas están cubiertas con plumones de halcón y llevan cintas negras hechas con rabos de mono y plumas de cotinga color turquesa en sus orejas.

Bailan en círculo, sin prisa.

Para los yanomami, cada persona tiene una “imagen-esencia”, un doble llamado utupë, con la que está unida hasta la muerte. Un utupë puede presentarse a sí mismo en forma de diferentes criaturas vivas, como un pájaro, un mamífero o un insecto. También existen espíritus de árboles, de cascadas y de la miel salvaje.

Uno por uno los espíritus llegaron. Los espíritus tucanes llegaron con sus enormes palos en las orejas y sus taparrabos rojos y brillantes, explica Davi. Las gentes colibríes llegaron y volaron a mi alrededor. Los espíritus de las ranas moka estaban allí y llevaban a sus espaldas aljabas cargadas de flechas. Y luego llegaron los espíritus del pecarí, las gentes de los murciélagos y los espíritus de las cascadas.

Mi alma empezó a brillar. Todos vinieron y colgaron sus hamacas en mi pecho.

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