Ciclo de cine clásico USA (5) ‘Grupo salvaje’, de Sam Peckinpah

Tras Pat Garrett y Billy the Kid, les ofrecemos -en rigurosa v.o.s.- otra de las grandes películas de Sam Peckinpah, nada menos que el Director’s Cut de Grupo salvaje (The wild bunch, 1969). Como andamos con bastante trabajo, subcontratamos un buen análisis de la película del blog El lamento de Portnoy. Disfruten Grupo salvaje, uno de los mejores westerns de la Historia, una película mítica, una película cojonuda.

Grupo Salvaje, de Sam Peckinpah

El western, como ocurre con las películas de samurais, tiene sus propias normas: Más que un género, el western se desarrolla en un territorio narrativo en el que el la individualidad de cada hombre es determinante y las armas que acarrea y su habilidad para usarlas condicionan su capacidad de supervivencia. No me equivoco hablando de “el hombre”, el western es un espacio brutal y misógino en el que la ausencia de ley y estructuras sociales consolidadas invita a reflexionar sobre el comportamiento moral y ético no del ser humano, sino, con todos los errores que la intervención anecdótica de la mujer y la falta del punto de vista femenino en el relato fronterizo implica, del hombre.



Grupo salvaje (The Wild Bunch) dirigida por Sam Peckinpah en 1969, es su obra maestra y un western modélico en este sentido. Una banda de ladrones acosados por una cuadrilla de cazarrecompensas, que están financiados por la compañía del ferrocarril víctima frecuentes de los robos de la banda y dirigidos por un miembro de la banda de ladrones que, apresado, traiciona a sus antiguos compañeros por una promesa de libertad, deciden cruzar la frontera con México para librarse de la persecución y allí se ponen al servicio de un ambiguo general, Mapache, donde pondrán a prueba, a cambio de una sustanciosa paga, de sus habilidades como asaltantes robando al ejército de los EEUU, antes de descubrir que los cazarrecompensas les seguirán hasta el fin del mundo. No me gustan las sinopsis porque lo que podamos explicar desvinculado de las imágenes es, en el fondo, meramente circunstancial. Lo importante en Grupo Salvaje es la riqueza de matices que la narración encierra:

El cansancio; Peckinpah, especialista en western crepuscular, caracteriza a sus actores llevándolos a un cansancio infinito que se refleja en las arrugas de sus ojos, en la tristeza de sus miradas.

La amistad; que es abordada desde distintas perspectivas. La homoerótica de Dutch hacia Pike, la fraternal entre los hermanos Gorch, la profunda y rota, llena de remordimiento y resentimiento entre Thorton y Pike. En esta situación sólo el personaje de Ángel queda desamparado.

La traición; relacionada de una forma tan íntima en la película con la amistad que resultan inseparables. La necesidad de unidad queda reflejada en una de las frases célebres de la película:

We’re not gonna get rid of anybody. We’re gonna stick together, just like it used to be. When you side with a man, you stay with him. And if you can’t do that, you’re like some animal, you’re finished. We’re finished. All of us.

Abandonar a un compañero nos sitúa al nivel de los animales. Estas palabras que Pike pronuncia después de perder a varios compañeros en el atraco que inicia la película, sacrificar a uno de ellos que cabalgaba malherido a su lado y de olvidarse dentro del banco a uno de sus hombres, refleja el remordimiento del líder cuyos planes fracasan y al mismo tiempo introduce otro de los matices significativos de la película.

La doble moral: La intención de Pike de mantener unido al grupo, de darle una consistencia ética, que le situaría por encima de los animales, contrasta con su condición de delincuentes y asesinos. No hay en la película un personaje positivo, por lo que la identificación que el espectador realiza sobre los protagonistas de Grupo Salvaje, sutilmente condicionado por la dirección de Peckinpah, no es sobre unos despiadados asesinos, sino sobre unos vengadores idealistas.

En Grupo Salvaje hay un cuerpo central narrativo enmarcado por dos sublimes escenas de acción que abren y cierran el filme en el que Peckinpah demuestra su maestría en el arte del montaje, creando una escuela que, al contrario de lo que pueda parecer, no se recrea en la violencia. Peckinpah intenta captar con múltiples miradas la simultaneidad de diversas acciones dentro de otra acción general. Un tiroteo durante un atraco a un banco, una incursión en el corazón del ejército enemigo para recuperar a un compañero, se convierten gracias al montaje de Peckinpah que consigue que el tiempo se detenga en el interior de la vorágine, en escenas clásicas en la historia del cine.

Quizás no se pueda entender completamente el mensaje de Peckinpah sin fijarse en el entorno que rodea a la historia principal. El western es, por lo general, un género que se desarrolla en grandes espacios abiertos sin apenas presencia humana. Peckinpah atraviesa esos espacios con elipsis que conducen de unos lugares habitados a otros. No es el escenario lo que Peckinpah busca mostrarnos sino las personas que habitan en medio de esos desiertos. La desesperación por la ausencia de justicia empuja a los hombres a montar en sus caballos y partir en busca de un orden que se encuentra al otro lado de sus armas. Dicen en Aguas Verdes, el único lugar en el que la banda consigue relajarse de la persecución:

Todos soñamos con volver a la niñez. Aun los peores de nosotros. Quizá sobre todo los peores.





Ese deseo imposible de volver a la niñez contrasta con los actos que los forajidos perpetran ante la mirada indefensa de los niños. Pues en todo lugar en el que los hombres luchan hay niños observando o sufriendo la violencia:




Incluso al fondo de la acción:



Los niños observan:




Grupo Salvaje se inicia con los forajidos avanzando hacia la ciudad por las vías del tren donde unos niños (todos los niños posibles) que están jugando les observan:


Los niños tienen metidos a dos escorpiones en un cerco de madera que encierra a un hormiguero. Las hormigas atacan a los escorpiones y al final los niños prenden fuego al cerco de madera, matando a hormigas y a escorpiones.

Una de las escenas del combate final es significativa. No hay futuro, peores que animales.


Ciclo de cine USA (2) El Oeste de Peckinpah / ‘Pat Garrett and Billy the Kid’, de Sam Peckinpah

«Héroe y villano, más masoquista que sádico, alcohólico y lúcido, lírico y violento, actor afectado y personaje auténtico, con el infierno en las venas y el cielo en la mirada, era un generoso exabrupto en la hipócrita falacia de la jungla hollywoodiense donde se debatía, con impotencia y rabia, entre ejecutivos petimetres y prepotentes administradores de sueños ajenos»
Gonzalo Suárez, sobre Sam Peckinpah

“Los perdedores son vencidos por principio, esto es uno de los elementos primordiales de la verdadera tragedia. Son apresados después de mucho en su acomodamiento con la muerte y la derrota, así no les queda otra cosa que perder. No tienen alguna fachada, no les queda más ilusión, también representan en sí la aventura desinteresada, esa en la que no se llega al fondo, sino a la pura satisfacción de todavía vivir”.
Sam Peckinpah, mayo de 1965

Hoy recordamos a uno de nuestros directores de cine preferidos, Sam Peckinpah (Fresno, California, 21 de febrero de 1925 – Inglewood, California, 28 de diciembre de 1984) autor de magníficas películas como «Grupo salvaje», «La Cruz de Hierro», «Perros de paja», «Mayor Dundee», «La balada de Cable Hogue», «Pat Garrett & Billy the Kid», «La huida» o «Quiero la cabeza de Alfredo García» (algunas de las cuales intentaremos publicar en esta web, si los dioses del ripeo y el uploading nos son propicios). Y lo hacemos con un documental que nos ofrece una profunda mirada a la figura y obra de un hombre difícil, excesivo, de fuerte temperamento y tendencias autodestructivas (le daba bien al alcohol y las drogas) y a la vez cineasta fronterizo y crepuscular que revolucionó el western, mientras mantenía a lo largo de su carrera una lucha continua con la rígida industria del cine para intentar que los productores no masacraran sus películas, cosa que no siempre consiguió.



A lo largo de la hora y media que dura este estupendo documental podremos ver algunos fragmentos de sus películas así como la interpretación del universo del director californiano por parte de personajes como Billy Bob Thornton, Benicio del Toro, Paul Schrader, Harry Dean Stanton o L.Q. Jones, además de su hermana y su hijo, Matthew Peckinpah. Entre sus importantes aportaciones al cine figura la reformulación del western clásico llevándolo a terrenos más crepusculares, realistas y violentos. Es de destacar la épica y el lirismo de su cine, así como la complejidad y profundidad psicológica con la que dotó a sus personajes, perdedores lacónicos y desesperanzados que son sobrepasados por nuevos tiempos y circunstancias en los que los antiguos códigos de honor han perdido su vigencia.

Terminaremos la entrada con una de sus obras maestras, «Pat Garrett & Billy the Kid», en la que Peckinpah aborda el mito de Billy el Niño y la persona que acabó con su vida y andanzas, su antiguo amigo y compañero de correrías reconvertido en guardián de la ley, el sheriff Pat Garrett, retomando el tema de la amistad traicionada, otra de las constantes de su cine. Una gran película con una estupenda banda sonora firmada por Bob Dylan, admirador de Peckinpah y del mito del célebre pistolero, quien además tiene un pequeño papel en la película. Disfruten del maestro Peckinpah.


El Oeste de Sam Peckinpah

Pat Garrett and Billy the Kid


El último aliento del Western Filmaffinity


John Ford le puso fecha de caducidad al western con esa obra maestra que es «El hombre que mató a Liberty Valance» en la que ese territorio en bruto en el que el poder se impone a golpe de revólver, comenzó a extinguirse por la llegada de ferrocarriles, de hombres de negocios… De la civilización. El poder deja de ser impuesto por la fuerza y se emplea el dinero para esto. Muere una época a la que yo no habría concedido mayor importancia de no ser porque el cine la inmortalizó inmejorablemente en mi retina. John Ford anunció este fin, Peckinpah lo explotó.

Lo que en principio sólo se trata del progreso de un territorio acaba adquiriendo tintes de tragedia y poesía en manos de Peckinpah. Se trata de la auténtica decadencia de un imperio, ante la cual sólo se pueden optar por dos vías: adaptarse o resistir. Y aquí es cuando entra otro de los temas fundamentales de Peckinpah: la amistad traicionada. Aquí, evidentemente, se trata de la de Pat Garrett y Billy The Kid. 

Mientras que Garrett planea llegar a viejo, para lo que decidirá adaptarse a los tiempos cambiantes, Billy hará lo que ha hecho siempre: lo que le salga de los huevos. Estas dos actitudes les llevarán a que el primero sea contratado para matar al segundo.

Y lo que viene después no se trata de persecuciones con tiros y acción espectacular, sino de resignación, tristeza y melancolía. Todos siguen su cometido aun sabiendo que esto signifique traicionarse a sí mismos o morir. Matan a desgana y mueren sin llanto. Todo esto aparece arropado por una atmósfera sombría y crepuscular, y por un halo poético intensificado por la soberbia música de ese monstruo que es Bob Dylan. 

Uno acaba comprendiendo que Pat Garrett ni llegó a viejo ni murió como se nos muestra en la escena que abre la película, sino que ya estaba muerto desde tiempo atrás: se mató a sí mismo o, más bien, lo mató Billy the Kid. Y yo, lo único que puedo hacer ante tal despliegue de maestría, es rendirme ante Peckinpah, el cine y la vida. Obra maestra.

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