Vocabulario Fundamental. Felicidad (5) La felicidad según Vicente Ferrer





El documental analiza a través de quienes compartieron su vida y su obra, la biografía y el legado de un hombre dedicado a los más débiles en la India. Familiares y colaboradores de Vicente Ferrer hablan de la gran labor humanitaria acometida por el cooperante español en la India. Su lucha por ayudar a los más desfavorecidos queda documentada con archivos del No-Do, TVE, británicos y del país asiático.

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Vocabulario Fundamental. Felicidad (4) De la felicidad vivida y la recordada




Daniel Kahneman: El enigma de la experiencia frente a la memoria 



Utilizando ejemplos que van desde unas vacaciones a colonoscopias, el premio Nobel y fundador de la economía conductual Daniel Kahneman revela las trampas cognitivas que nos ponemos a nosotros mismos cuando pensamos en nuestra felicidad, cómo nuestro «yo que tiene experiencias» y nuestro «yo que recuerda» perciben la felicidad de manera diferente. Esta nueva revelación tiene profundas implicaciones para la economía, las políticas públicas – y nuestra propia conciencia de nosotros mismos.

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Vocabulario Fundamental. Felicidad (3) ¿Es posible la felicidad absoluta?

¿Es posible la felicidad absoluta?


Pepe Cervera – Retiario – Blog de Ciencia / El País

Todos tenemos una idea de lo que es la felicidad; una idea común que varía sin embargo en los detalles. Todos pensamos que alcanzarla es la meta de cualquier ser humano y que incluye una paz interior, una especie de estado de personal contento y relajación, de ausencia de tensión y angustia. Puede que la felicidad, como tal, no exista; que no sea más que una construcción realizada por el intelecto, una suma artificial y extendida al infinito de los destellos de recompensa neuronal que conocemos como ‘placer’. Pero hay una posibilidad todavía más inquietante, y es que la felicidad absoluta no pueda existir en nuestra especie, que solo seamos capaces de estar contentos con nuestra suerte en términos relativos, respecto a otros humanos. Lo cual tendría terribles consecuencias sobre cómo organizamos nuestra sociedad. Y es que los humanos somos animales jerárquicos, y recientes resultados de investigación destacan este extremo. Hasta tal punto que es posible que nuestra posición en la jerarquía social controle la misma expresión de nuestros genes, y a través de ella nuestra salud o enfermedad. Según un artículo reciente, en algunos de nuestros parientes mas próximos ocurre exactamente esto. Y si es cierto puede que el único modo de alcanzar la verdadera salud y la felicidad sea estar socialmente por encima de otros. La felicidad absoluta sería imposible: sólo sentirse superior a alguien más nos haría completos.

La verdad es que los humanos tenemos un agudísimo sentido de la jerarquía social. Somos capaces de detectar de un vistazo los indicadores de pertenencia a un nivel determinado de la escala con una precisión sorprendente: las ropas, el peinado, la postura corporal, los adornos, el modo de moverse, el acento, la forma de hablar. Las modas en el vestir cambian, pero siempre funcionan como un indicador de alta jerarquía social, y se desplazan de arriba abajo; lo que hoy está de moda en las capas altas mañana será moda en los niveles inferiores.

Conocemos y veneramos los iniciadores de alto estatus, y si no existen los modificamos o inventamos. Algunos de nuestros parientes muestran ese sesgo incluso en el consumo de información, pagando más por acceder a imágenes sexuales y a los rostros de los machos de alta jerarquía: el sexo y la escala social tienen el mismo valor para ellos. Para el éxito social y económico es vital pertenecer a los niveles más altos de la pirámide social, y para estar ahí es importantísimo emitir, y reconocer, las señales adecuadas. Personas capaces de moverse en los enrarecidos círculos de los vértices jerárquicos pueden prescindir de atributos como belleza, inteligencia u honradez, sin sufrir las consecuencias.

De hecho sabemos desde los llamados ‘Estudios Whitehall‘ que ser socialmente relevante, ocupando un puesto elevado en la jerarquía social, protege contra las enfermedades. Las personas que enferman y envejecen son los subordinados: los jefes tienden a gozar de mejor salud y a vivir más tiempo. Tener un lugar prominente en la jerarquía social protege a las personas contra las enfermedades. El estudio recién publicado revela de qué manera se puede producir este efecto; al parecer la posición en sociedad controla la expresión de ciertos genes. Algunos se ponen en marcha únicamente cuando el sujeto es de alto rango, mientras que otros sólo están activos en los individuos subordinados. Y el efecto es reversible: si estatus social del individuo cambia, también lo hace el patrón de expresión genética. En nuestros parientes cercanos el funcionamiento del sistema operativo de las células es diferente cuando están en lo alto de la escala social que cuando están debajo. Y los datos sobre enfermedades en seres humanos sugieren que en nuestra especie pasa igual. Puede deducirse que para ser completamente sanos y completos tenemos que vivir en sociedad, y estar lo más cerca posible de su cúspide. Para estar en posición de ser felices necesitamos que otros estén por debajo.
Lo cierto es que explicaría muchas cosas, como la ambición insaciable de los que ya lo tienen todo, la pérdida de la empatía con los menos favorecidos que a menudo aparece en las capas más altas de la sociedad, o la presión para demostrar la pertenencia a las clases altas mediante consumo conspicuo tan habitual en lugares con fuerte desigualdad social. Si estar en lo alto de la pirámide jerárquica es tan importante como para afectar incluso a la salud, la necesidad de llegar a esos puestos está codificada biológicamente. Si el efecto sólo aparece por comparación ningún puesto, por elevado que sea, bastará por sí mismo: para que nosotros estemos bien otros tienen que estar mal. Nuestra naturaleza animal está integrada en nuestros usos sociales, como lo está en nuestra salud. Somos primates, y por tanto somos jerárquicos hasta la misma médula de nuestro ser. Puede que suene feo, pero mejor es saberlo que sufrirlo sin saber.

Vocabulario Fundamental. Felicidad (2) De felicidad y cerebros felices

Para nuestra segunda mirada a la felicidad incorporamos el último post del interesante blog de Ciencia Retiario, de RTVE, en el que el periodista y biólogo Pepe Cervera nos habla de cómo nuestro cerebro puede coger algunos atajos buscando su felicidad aunque a veces no sea la misma que la que nosotros buscamos.

De la felicidad y los cerebros felices

22 nov 2011

El placer, y en última instancia la felicidad, son salpicaduras de sustancias químicas en nuestro cerebro: chorreones de endorfinas que nos dan gustirrinín, premiando el tipo de comportamientos que nuestra evolución seleccionó. Haz lo que es bueno para aumentar tu capacidad reproductiva y en lo profundo de tu caja craneana una glándula empapará de activadores la parte de tu cerebro que siente placer. Compórtate como la selección natural quiere durante largo tiempo y el encharcamiento de neurotransmisores se hará semipermanente, proporcionándote la elusiva sensación que llamamos ‘ser feliz’. Lo peor de todo es que en el camino que lleva a esas decisiones nuestro cerebro además hace trampa, escogiendo sistemáticamente la opción menos conflictiva y que ofrece menor resistencia. Es por eso que nuestro órgano de pensar se autoengaña. Y al hacerlo nos engaña a nosotros, sus propietarios; suponiendo que esa distinción tenga sentido. La clave está en el concepto del ‘Cerebro Feliz’, según explica el escritor de divulgación estadounidense David DiSalvo en su recién publicado “What Makes Your Brain Happy and Why You Should Do the Opposite” (qué hace feliz a tu cerebro, y por qué deberías hacer lo contrario).

Resulta que a la hora de trabajar nuestro cerebro es tan vago como nosotros mismos, y tiende a tomar el camino más sencillo hacia su objetivo. Si para resolver el problema, y ser así ‘feliz’, nuestra máquina biológica pensante tiene que tomar algún atajo que no se compadece adecuadamente con la lógica o la verdad, lo hace. Y de ahí surgen una enorme cantidad de problemas de percepción y pensamiento que nos afligen cuando intentamos ser seres incluso moderadamente racionales. Como afirma la reseña del libro realizada por el New Scientist, nada de lo que recordamos, pensamos o sentimos es lo que parece. El almacenamiento de recuerdos está lleno de agujeros que la mente rellena fabricando historias que proporcionan coherencia, pero que no son reales en sentido estricto: por eso dos testigos de un mismo acontecimiento con frecuencia difieren en detalles de su recuerdo.

Nuestro presuntamente racional proceso de toma de decisiones está repleto de pliegues emocionales, como demuestran no pocos experimentos en la nueva ciencia de la Neuroeconomía: cuando creemos evaluar dos opciones diferentes tan sólo por su relación coste/beneficio en realidad estamos justificando para la mente consciente una decisión ya tomada por el cerebro emocional. Y en no pocas ilusiones de percepción lo que ocurre es que el cerebro salta a una conclusión equivocada para ahorrarse el trabajo de calcular la correcta. Muchas de nuestras manías, debilidades y defectos de raciocinio surgen del intento de nuestro cerebro por trabajar menos y conseguir cuanto antes su ‘chute’ de placer.

El problema es que muchas de estas estrategias y atajos no son precisamente beneficiosas para nosotros, aunque el cerebro se haga adicto a ellas y nos las imponga. Es como si contemplásemos el universo a través de un cristal traslúcido que tiene defectos e intereses propios que no siempre coinciden con los nuestros. Es decir, no con los de la parte racional, lógica y equilibrada de nuestra personalidad, esa que tratamos de considerar como la esencia de la mente humana. Lejos de ser ‘enemiga’ de la razón la emoción forma parte fundamental de nuestros procesos intelectuales. Los publicistas y vendedores llevan milenios aprovechando esta influencia emocional, y según avanza nuestro conocimiento de cómo funciona el cerebro por dentro vamos comprendiendo cómo y por qué es así. Entender de qué maneras el cerebro intenta hacer su trabajo menos intenso es vital para que podamos comprender de dónde salen esas predilecciones irracionales y defectos de racionalidad que a veces nos hacen tomar decisiones equivocadas. Contra lo que pudiera parecer nuestro cerebro y nosotros no somos dos entidades separadas. Pero conviene conocer las debilidades de nuestro intelecto provocadas por el modo como funciona ese kilo y medio escaso que nos diferencia del resto del reino animal. Porque de ese modo somos menos esclavos del ‘cerebro feliz’, y por tanto más libres.

Vocabulario Fundamental. Felicidad (1) Bhutan, el camino medio a la felicidad


Comenzamos nuestras entradas dedicadas a la felicidad, ese target vital que todos ansiamos pero cuya realización absoluta es, nos tememos, literalmente imposible para un ser humano consciente de sus propias circunstancias y las del mundo que le rodea.

Y lo hacemos conociendo Bhutan, un país único en el mundo, un pequeño Shangri-La de paz y equilibrio escondido en la cordillera del Himalaya que ha hecho de la consecución de la felicidad su objetivo nacional.
Enclavado entre dos gigantes, China e India, el territorio de Bután permaneció durante siglos semiaislado del mundo, ajeno a las influencias externas. Es por ello que conserva casi intactas su cultura y tradiciones y la tradición budista de Bután entiende la felicidad no como un apego a los bienes y servicios, sino como el resultado de la reflexión interior y la compasión hacia los demás seres vivos con los que conviven.

En Bután, el desarrollo no es medido por el crecimiento del producto interior bruto (PIB), sino por la felicidad nacional bruta (GNH, Gross National Happiness, en inglés). La felicidad de sus habitantes viene condicionada por la cultura, la educación y la armonía con la naturaleza con la que conviven y no por el crecimiento económico que son capaces de generar.El rey y el gobierno que rigen el país destinan el presupuesto nacional a preservar el medio ambiente, a mejorar la sociedad mediante la mejora paulatina de la educación, los servicios sanitarios y las infraestructuras sostenibles. Están decididos a asegurar que los beneficios del crecimiento lleguen a todos sus habitantes, sin importar la región o el nivel de ingresos, intentando conseguir una felicidad sostenible en sus habitantes que combine bienestar material con salud humana, conservación ambiental y resistencia psicológica y cultural.

Para acercarnos a su realidad les ofrecemos el documental (subido directamente de La2), «Bután, el camino medio a la felicidad» un interesante (y bastante complicado de encontrar en la Red) documental sobre este país singular en el que la televisión llegó en 1999 e Internet un año después. Sin embargo, y a pesar de que tras el advenimiento de las mismas ya se empezaron a notar sus efectos secundarios negativos, los bhutaneses intentan dosificar y asimilar los usos y abusos del turismo y la globalización para que aporten en términos de conocimiento del mundo más allá de sus fronteras, pero no interfieran en su desarrollo como una nación de personas sencillas que no quieren perder su inocencia y su felicidad.